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El Antifaz del Pueblo
11.02.09 - Escrito por: Eduardo Luna
Hoy, con un presente un tanto desolador, se escuchan pocas gargantas egabrenses sedientas de críticas que suenan a gloria en las tablas de un espacio de “libertad”. La gente del “pueblo”, la voz de la muchedumbre no romperá el silencio de muchos que callan y otorgan tanto, que convierten sus vidas en un ancla varada al fracaso. Hoy, que la juventud, la paciencia, el desengaño, se subirán a las tablas del Jardinito, es digno hacer un homenaje a la voz, a las horas de insomnio por el carnaval de Cabra, a todos aquellos que durante una década han dado vida a la fiesta más torturada y trivializada de esta ciudad. Cabra, llena siempre de demasiados antifaces sin ser carnaval.
La fiesta del Carnaval, ha significado y significa, sacrificio, noches de frío, enfrentamientos entre adversarios que no enemigos en las tablas, lágrimas, premios, rebeldía, soledad, vacío, besos, hipocresía, una composición del jurado que sigue siendo incomprensible y en algunos casos inculta de lo que significa cantar coplas, enemistades y letras, muchas y bellas letras. Comparsas como “La última batalla” o “La Faraona”, han significado el fin de una etapa que es recuperable. El Carnaval de Cabra, de la gente, de las letrillas, de las coplas que bebían de la poesía, convirtió a saeteros en octavillas, a chavales que no sabían que era un pasodoble en percusionistas, a gente de a pie en poetas, a tontos en imitadores de ellos mismos, a mujeres en costureras de las máscaras, a funcionarios municipales en portavoces de la crítica justificada y muy, muy moderada, porque quién habla es el pueblo soberano en una manifestación única.
El Carnaval de las miradas desafiantes, de los amigos que nunca lo fueron y así lo demostraron, de la caja y el bombo, del platillo a contra tiempo y de los oídos sordos de un concejal que se disfrazó cuatro años del peor gestor de fiestas de toda la historia.
La contribución del pueblo, de su voz, es esencial pero Cabra cada vez está más huérfana. Porque Cabra el carnaval lo mira y lo siente con mediocridad. Nos quedará el recuerdo, de momento, de los punteos sencillos y armoniosos de José Lopera (amigo, fiel y gran carnavalero), de Antonio J Roldán León (memoria joven y savia del carnaval), la guitarra y la cordura de Eduardo Ramírez Palacios y los arreglos de dos profesionales como las Hnas Villatoro Campaña. Nos quedará llevarte Cabra, hasta la ciudad de la Mezquita (lo que no ha hecho nadie), los ojos de jóvenes que no sabían si al final aquello iba a merecer la pena, de trajes de ensueño, de montajes y figurantes creados, allí dónde la imaginación no llegaba.
Cabra que amaneces cuando el aire roza tus cabellos, no queremos que seas carnavalesca y cuando tú quieres serlo, siempre hay algún inepto al que se le cruzan las neuronas. Ahora, como herencia de un desamor desmedido y una esclavitud de azúcar, dejan que la ironía rompa los esquemas de la cordura, presentando un cartel in-extremis en vísperas de la fiesta, un programa para agradar a los que vienen de fuera y agradecerles el favor, un desfile amenizado sin carnaval y un entierro de la sardina, dónde los papeles están cambiados, el difunto es el carnaval desde hace años, aunque sus plañideras ríen vestidas de rojo mientras mueven la hoguera de las vanidades. A los anónimos del carnaval, aquellos que un día pensaron que esto podía cambiar pero sin la política de por medio, al pueblo de un traje momentos antes del desfile, a la Reina de Corazones, a los grupos dedicados a corazón abierto por levantar un fiesta desahuciada. Sólo un grupo representará a Cabra en el concurso, sólo uno que aún sobrevive después de una retirada anunciada. Que nuestra particular “teófila”, motive, apueste, dialogue más aún, recupere a la gente que un día pusimos pasión, ilusione a todo el mundo y potencie los grupos locales con calidad, evitando así un carnaval de forasteros al 99%.
Mientras hubo amor, hubo esperanza, mientras hubo horas, hubo gente y fuerza. Mientras te sigamos imaginando con un disfraz, aquellos que calzan zapatos blancos con almas negras, sufrirán bajo el yugo de la creatividad amordazada de los egabrenses, del pueblo, de la voz de la gente, del bendito carnaval que nos hizo cantarte y llorarte, Cabra.
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