|
Sociedad blanca
21.02.09 EPOPEYA - Escrito por: Eduardo Luna
En el capítulo anterior, el repartidor del Good Morning News perdió a su hija y dedicaba en la actualidad todo su empeño en dar a conocer los graves perjuicios que traía consigo el consumo de droga y todas las redes sociales que movía este letal vicio que disfraza al hombre sin traje ni máscara y lo desnuda lentamente, botón a botón con la guadaña en sus manos. Después de publicar la historia de Nolan, la mafia organizó una campaña para amedrentarnos tanto a mí como a los compañeros del periódico. Comenzaron a mandar misivas con amenazas, insultos, venganzas y sobre todo con un halo vigilante y celoso que nos iba a perseguir para que tuviéramos la boca y la pluma calladas.
No lo iban a conseguir, nos dieron vacaciones pero decidí ampliar la jornada laboral durante unas semanas. En toda esta trama habíamos descubierto una implicación directa de la policía estatal. Agentes corruptos que pagaban sus facturas traficando con droga y vendiendo todo aquello que llegaba a las comisarías procedentes de arrestos en los bajos fondos de la ciudad. Hace dos noches baje a Epopeya, Cutty asustada escribió en un papel tan roto y viejo como los que caen en las redes crueles de la cocaína, que huyera de la ciudad. La mafia había planteado un objetivo claro, quemar la libertad y tapar con clavos nuestro ataúd profesional. No querían ningún enemigo y mucho menos a la opinión pública y a la justicia encima de todo este tema. La vida seguía su curso, trabajo, noches sin dormir, noches en la estación y conversaciones absurdas conmigo mismo abrazado a la almohada. Sonó el despertador a las 4 de la madrugada, al despertar son sobresalto, porque no era normal la hora marcada, noté como alguien dejaba debajo de la puerta un sobre en blanco. Lo firmaba, Spencer Keaton, el jefe de la mafia y principal artífice de la corrupción en toda la ciudad. Decía así “Si no escondes debajo de tu lengua la pluma que nos está asfixiando, un relámpago de humo y pólvora te mandará al infierno”. Una amenaza en toda regla, pero no me iban a callar, Nolan no se merecía esto. El juicio por la muerte de su hija, discurrió a los pocos meses de todo lo sucedido. El juez no declaró culpables, Nolan en sí era una lágrima, un espejo opaco, una vida alumbrada por la noche, hasta la justicia le había fallado una vez más. Todo se tranquilizó un poco, hasta que una mañana llegó un fax a la redacción, un anónimo denunciando que en el caso del tráfico de drogas y venta de la ciudad había implicados jueces, abogados, policías, políticos, empresarios. El director del Good Morning, nos reunió y nos dijo que debíamos dejar este tema por presiones multilaterales para el bien de nuestras familias. No podía ser, los principales poderes del estado miran hacia otro lado, mientras se inyectan o aspiran su última raya de coca o gestionan el suministro para los cuervos de la calle de la heroína y los verdugos. Necesitaba un whisky con mucho hielo, Harry me conocía y no me preguntó ni quisiera que me pasaba esa noche. Al bajar una noche más a Epopeya, me estaba esperando Cutty, me dejó escrito en su saxo que no indagara más ese caso, mi vida tenía que dejar de correr peligro. Le di un beso en la mejilla que casi rozó uno de sus labios y me despedí de ella en la penumbra de un fuerte desengaño.
Lo invade todo, policía, políticos, empresarios, médicos, profesores, una descomunal red social en torno al consumo y tráfico de droga que llega a su fin cuando fallecen los más débiles de la sociedad. Ninguno estamos libres, ninguno.
|
|
|
|
|
|