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Con el debido respeto
02.02.09 - Escrito por: Vicente Rafael Moreno López
Estamos en un tiempo en el que se cuestiona todo lo espiritual, todo lo religioso, todo aquello que no tiene relación con el poder, el dinero, el placer, el dominio sobre ésto o aquéllo, todo lo que puede conseguirse sin esfuerzo o sacrificio. Lo peor de ésto es que esta filosofía está llegando de lleno a niños y jóvenes que cada vez se acercan más al convencimiento de que todo es fácil y que su futuro no depende de la dedicación constante al estudio o al trabajo personal.
Hasta el momento el ateismo y el agnosticismo se conocían como hechos aislados en personas o grupos llegados casi siempre a esas situaciones por ignorancia o tras meditaciones o estudios profundos. Ha habido y hay, agnósticos y ateos dignos del mayor repeto. Pienso que muchos de ellos, a veces, buscan a Dios y algunos lo encuentran.
Ahora se establecen campañas colectivas para hacer prosélitos, campañas que respeto, siempre que no se utilicen en contra de nadie. Ni menospreciando otras posiciones distintas o contrarias.
En Barcelona, la Unión de Ateos y Libre pensadores, Ateos de Cataluña -tomo la noticia de ABC de Córdoba nº 33993 de fecha 13 del pasado enero- propagan sus ideas, como ya conocen nuestros lectores, en rótulos que llevan dos autobuses con el lema "Probablemente Dios no existe. Deja de conocerte y disfruta de la vida".
En Génova, la Unión de Ateos y Agnósticos racionalistas de Italia van a hacer lo mismo dentro unos días, con la frase "La mala noticia es que Dios no existe. La buena es que no es necesario".
Ambos lemas, con el mayor respeto, pueden ser contestados y rebatidos con buena disposición desde posiciones opuestas. Quiero reflexionar sobre el primero, afirmando con rotundidad que Dios nunca ha sido, no lo es ahora, preocupación para nadie y mucho menos impedimento para disfrutar la vida y ser feliz.
Los cristianos, dentro de las dificultades que esta vida nos trae a todos, somos felices y en la medida que cada uno puede, disfrutamos de la vida con mesura y honradez, con los límites que señala la moral natural que debe obligar a todos los humanos, ya sean ateos, agnósticos o creyentes.
La fe y la esperanza en ese Dios que otros niegan, me hicieron, me hacen y me harán feliz, viviendo don la ilusión de que gracias a Él, mi vida mejorará y el mundo en que vivo se transformará en uno infinitamente mejor.
La fe, como todos los bienes de Dios, es gratuita y hay que pedirla y agradecerla. Se tiene porque Él, lo ha querido así. Pero como planta, que puede crecer y decrecer, hay que cultivarla y pedir a su Dador que nos la conserve.
Leí en una ocasión el siguiente pensamiento que puede servir como final de esta reflexión que ahora comparto con ustedes: "Deberíamos vivir con el alma siempre en borrador, sabiendo que todo puede ser mejorado".
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