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La crisis de nuestro patrimonio.
29.01.09 A MI JUSTA MANERA - Escrito por: José Manuel Jiménez Migueles
Ya lo había pensado antes: la gestión patrimonial de nuestro pueblo es una auténtica basura. Pero es que cada día lo veo más claro.
Revisando las inversiones que el Ayuntamiento de Cabra va a realizar con los fondos anticrisis me encuentro con la amarga conclusión de que se va a sacar muy poco dinero para hacer obras que ayuden a fomentar la situación patrimonial de nuestro pueblo. Muchas calles, pero nadie se preocupa por invertir unas cuantas monedas en una de las industrias que mejor pueden funcionar en nuestro pueblo: el patrimonio.
Y eso es culpa directa de dos concejalías: Turismo y Cultura. Entre ambas, se deberían preocupar un poco por intentar poner en valor el fabuloso patrimonio que Cabra atesora tras muchos siglos de historia. Básicamente, porque una gestión integral y avanzada del patrimonio genera mucha riqueza. Porque una gestión inteligente de nuestros recursos patrimoniales puede producir un efecto muy interesante en la maltrecha y durmiente economía egabrense. Y porque además es lo mejor que el egabrense puede ofrecer: mostrar su historia. No obstante, parece que no nos enteramos.
Y es verdad. No nos enteramos. Para el egabrense es normal ver cómo las iglesias permanecen cerradas a cal y canto. Para cualquiera de nosotros es corriente ver cómo los paneles turísticos de nuestra localidad están siendo devorados por sustancias que mi abuela define como nadie: la mierda. Para el egabrense es muy normal que no puedas entrar a Palacio, ni al Castillo, y para ver el Mausoleo de Benlliure la fecha es cuando la Expiración haga sus cultos hombre, que mientras tanto da fatiga molestar. Y seguimos: a los egabrenses no se nos cae la cara de vergüenza ver cómo los barrios de la Villa y del Cerro son perfectas cocinas alicatadas a los 80 expuestas a todo aquel que le apetezca paseo por barrio típico. Y nos da exactamente igual que la Junta de Andalucía obvie incluirnos en rutas como las de Caminos de Pasión (recordemos que desde aquí ya mandamos a todos los gañanes encargados del asunto al mismo sitio donde mandamos a la Montsita Nebrera)
Aún así, son ejemplos muy concretos que bien pueden quedarse en la anécdota, pues el problema es de mayor envergadura. El problema consiste y radica en ver cómo en Cabra no se tiene especial predilección por la protección, conservación y difusión de nuestro patrimonio, amén de una nueva y necesaria reinterpretación del mismo, fundamental para cambiar el concepto que los egabrenses tienen del mismo. El problema es que no se financia. Que no se invierte. Que los políticos pasan del mismo. Que no saben lo que tienen entre las manos.
Y vuelvo a señalar a las dos concejalías. A Cultura le corresponde la obligación de dar a conocer de la mejor forma posible todos los recursos histórico artísticos que Cabra tiene. Y eso radica fundamentalmente en la educación; en la publicación de Cuadernos Didácticos realizados por profesionales de verdad, no en Cuadernos Egabrenses ni en Cuadernos de Arte utilizados para vanagloria personal de quien los escribe o escribió, en campañas organizadas a escolares de Primaria, Secundaria y Bachillerato para que jueguen y descubren de forma eficaz nuestro patrimonio; en implicar a la ciudadanía egabrense a que considere la importancia que tiene todo lo que le rodea; y en realizar iniciativas fuertes, poderosas, con gancho para la población, que vayan mucho más allá de traer al Jardinito todo los circuitos que se ideen desde la Junta de Andalucía.
Y a Turismo le corresponden otros muchos factores: entenderse con la Iglesia; organizarse con la Junta; reivindicar a Cabra como destino turístico de primera importancia; dotar al municipio de una mejor señalización turística; de invertir en los barrios para su mejora estética y, por supuesto, reivindicar para esta concejalía tanto dinero como lo hace para Deportes.
Y, por supuesto, si hay que compartir concejalías, lo ideal es que hubiera una gestión integral de las dos que estamos tratando, ya que no es comprensible que actúen con la independencia que lo hacen en la actualidad.
Y además, es tanto un deber de nuestros políticos gestionarlo adecuadamente como un derecho para nosotros el poder disfrutar del mismo.
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