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Jacinta Granados Atalaya, la pintora de Cabra
04.03.22 - Escrito por: Redacción / Antonio Ramón Jiménez Montes
 Ha fallecido María Jacinta Granados Atalaya (q.e.p.d.), una de nuestras más prolíficas artistas egabrenses que, a lo largo de toda su vida se dedicó a la pintura y que, a sus 91 años, deja una estela de numerosas obras salidas de su paleta. Su entierro será este sábado 5 de marzo a las 11 de la mañana en la parroquia de Santo Domingo de Guzmán de Cabra.
Jacinta Granados podría muy bien ser recordada como la pintora de Cabra y también de La Opinión, donde nos dejó algunas de sus obras en portadas de números extraordinarios como en diseños y pinceladas que ponen de manifiesto la calidad de su obra. La meticulosidad de sus trabajos, en los que también destacó como eminente copista; el empeño en conseguir la perfección del detalle, con dibujos precisos y pinceladas llenas de color y armonía, o la interminable nómina de trabajos (unos firmados y otros no) que nos ha dejado, merecen el recuerdo de nuestras líneas por una trayectoria profesional tan destacada como constante.
En lo personal Jacinta era cercana y afectuosa, con sus notas de humor y su impronta de gran mujer, que hacían de su discreción y sencillez otra de las virtudes que la adornaron en vida y por las que también será recordada. En su taller, siempre rodeada de óleos y tablas, con los pinceles y la pintura listos para trabajar en cualquier momento, solía pasar muchas horas disfrutando de la que fue su apasionada tarea diaria. Allí nos recibió en no pocas ocasiones, bien por encargos para hermandades, para la Delegación de Feria y Fiestas, para la Fundación Aguilar y Eslava o para La Opinión y también para comentarnos sus impresiones sobre cuadros que deben estar por muchos domicilios egabrenses en los que la figura de la Virgen de la Sierra con el manto rojo y la ráfaga de plata constituye una iconografía que ella misma acuñó en sus obras.
Su conversación era amena y solía tener los toques de una personalidad solitaria pero amiga de charlas que no faltaban en los descansos de su trabajo. A veces nos decía que tenía que declinar encargos porque no daba abasto y no podía estar más horas pintando. Así pasó muchas jornadas de su vida.
Hace algunos meses, antes de la pandemia, volvíamos a estar con ella en el Oratorio de la Purísima, al que se acercaba desde su vecindad, recordando el tondo que pintó para el estandarte de la Oración en el Huerto, para el que usó un cuadro de Boticcelli de la Capilla Real de Granada porque, como ella misma nos decía «es una de las pinturas de la Oración en el Huerto que más me gustan». También nos contó lo que supuso para ella pintar la portada de La Opinión para el extraordinario de la coronación de la Virgen de la Sierra, cuyo original fue donado y cuelga hoy de los muros del Santuario de nuestra patrona.
Y no dejaba de contarnos la cantidad de pergaminos, orlas para cultos, cuadros de todo tipo, banderines y un sinfín de obras que tenían el toque personal de una mujer que dedicó su vida a la pintura. Ella misma nos contaba cómo muchas veces tenía que crear nuevos elementos para que cada orla tuviera su propia personalidad y cada cuadro salido de sus manos fuera especial para la persona que lo había encargado. Retratos, representaciones de imágenes como el Cristo del Socorro - del que fue camarera en los años 70 del siglo XX -, carteles de la feria y un cuadro de San Carlos Borromeo que, en 1966, pintó para el día de los bancarios, por sus vínculos familiares con el sector. Por encargo de Manuel Piedra realizó unos espléndidos óleos de la Virgen del Rocío y de la Virgen de la Sierra, así como otros tantos para estandartes de cofradías.
Hija de Francisco Granados Núñez, que había sido interventor del Banco Hispano Americano y también hermano mayor del Santo Sepulcro; y de Pilar Atalaya Sánchez que siempre estaban en sus recuerdos. Pudo compartir muchos momentos junto a sus hermanos nuestro recordado Francisco de Asís y el también bancario Cristóbal, lo mismo que con sus cuñadas y sobrinos, a los que transmitimos nuestro pésame.
Un buen puñado de amigas y amigos a lo largo de su vida la recordamos hoy con sincero afecto y con el reconocimiento merecido a una vida dedicada al Arte, del que nos deja numerosas muestras repartidas por doquier. De muchas de sus obras tenemos constancia a través de los números de La Opinión, en los que cuando se hacía crónica de homenajes, se indicaba que el pergamino era obra suya.
Obtuvo un buen número de premios en certámenes de arte y solía decir que ella no quería protagonismos. Primer permio en 1953 en el concurso «Un viaje por España» y también en el concurso Fiestas de Septiembre 1967 y en los años 80 del siglo XX. También participó en exposiciones colectivas dedicadas a las Bellas Artes, aunque, como decíamos, su timidez le hacía no querer destacar por sus trabajos. Esta era una de la notas singulares de una personalidad autodidacta que llenó de pinceladas un sinfín de lienzos en blanco.
Una fotografía de María José Carmona que pudimos ver en la exposición «Femenino plural» que realizó en Cabra en 2014, nos la recuerda como siempre fue y con lo que siempre hizo: D.E.P. la pintora de Cabra.
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