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Otros silfos y dríades
15.10.21 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros
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Gozar del sol y la rama
del fresco campo pulido,
sentir pasar el silbido
del ábrego que reclama
al bosque la húmeda llama
de su profunda armonía,
por formar escolanía
con el clamor que atesora
entre el fragor de la flora
y el azul del mediodía.
Cuando el invierno y la primavera han sido lluviosos, tanto que el agua brota y rezuma donde menos se espera, las escorrentías van aumentando su caudal hasta convertirse en peligrosos torrentes que al llegar a los llanos se desbordan y producen gravosos daños en pastos y cultivos. Esto ocurre aunque haya llovido poco en el Poljé de la Nava, cabecera del río Bailón que drena y succiona todas las humedades que el suelo impermeable del paraje acumula.
Mas, cuando llega junio y se abre el sol, lo que era marjal intransitable se convierte en bucólica pradera recamada de guirnaldas, grecas y frisos de cromáticas florecillas que suavizan o intensifican el verdor natural de la eclosión campestre.
Y si en dicha zona dejamos atrás El Pilar y acampamos para reponer fuerzas en la Fuente del Registro, con el calor y la consiguiente modorra, el terreno se nos pondrá de pie para gozar del sol, del verde campo florido, del inaudible silbido del ábrego que expande los aromas con la armoniosa suavidad de un sueño, por formar un coro permanente de esencias y colores trenzando los perfiles de la floresta con el celeste palpitar del mediodía, para confirmarnos que siempre después de las oscuras y fatigosas penalidades vuelve la realidad de la luz que necesitamos.
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