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Sonetos adolescentes
25.08.21 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros
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Rocé con mimo el cosmos con mis manos:
placer que dio a mi cuerpo algún repelo.
Los montes se juntaron con el cielo
y abrieron horizontes muy lejanos.
Se humedeció la sangre por los llanos
de mis carnes con golpes de desvelo,
caracolas de lumbre que al deshielo
humildes germinaron, como granos.
De eclosión tan profunda una voz nueva
de maternal cabida, olorosa,
embriagó sin demora el universo.
Después fue la armonía que me lleva:
aluvión de semilla venturosa
que por surcos de vida yo disperso.
44
Se me ha perdido el tiempo de mi credo
en esta marejada de mentiras;
mis voces ya no pulsan bien las liras
y el eco las convierte en un remedo.
La orquesta desafina. Su aire quedo
levanta las cenizas de las piras
y arranca del paisaje largas tiras
que disimula luego con su enredo.
El hombre empalidece de consumo,
derrocha imperturbable la armonía
e inmola por su cuenta su relevo.
Los restos del amor se tornan humo,
humo agraz que torna en noche fría
por rechazar mañana un ciclo nuevo.
45
Con el sueño perdido por los vados
de la noche cogida por sorpresa,
mis ensueños serán, cual luz espesa,
sencillos sentimientos delicados.
De esta guisa obtendré nuevos cuidados:
una nube de azul que nunca cesa,
otra nube de amor, otra promesa,
otra noche de albores desbocados.
Sentiré en mi soñar las claridades
de las auras con vistas transparentes;
contaré con la aurora mi ventura,
soñando que los sueños son verdades
sobre leves vapores esplendentes
a la luz natural sin parte oscura.
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