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Un topo en Cabra (1936 -1942)
18.09.21 - Escrito por: Antonio Fernández Álvarez
Anoche llegué a las diez de la noche a casa tras a asistir al acto de presentación del libro, "Un topo en Cabra (1936 - 1942)". Cené frugalmente y me dispuse a leer el testimonio de sus hijos que es el contenido del libro. Pasadas las dos de la madruga me acosté habiéndolo leído en su totalidad.
En Cabra se conocía someramente la historia de un topo, de hecho por la tarde antes de asistir al acto comentaba con mi hermano, si sería la misma que nos contaba mi madre. Tras leer el libro compruebo que sí. Mi madre nació el 10 de diciembre de 1936 en el número 13 de la calle Norte, en el número 17 de esa calle permaneció Francisco Moral Barranco oculto seis años. Ella solo sabía que un vecino estuvo oculto bajo el fogaril de su casa y que su mujer quedó embarazada cuando se suponía que éste estaba en el frente. Las malas lenguas se cebaron con los comentarios que hacían sobre el embarazo de la mujer.
Dos partes diferenciadas extraigo de la lectura de los relatos de los hijos del "topo de Cabra". La primera y que da título al libro, nos refleja la dureza de la guerra, según en qué bando te encontrases y quien resulte ganador y en qué zona te hallases en la contienda. Cabra en zona nacional, hizo que muchos paisanos sufrieran represión e incluso la muerte, esto pienso que no lo ha dudado nadie, otros que pudieron huyeron a la zona roja y como el caso del protagonista del libro algunos se ocultasen por temor a una muerte segura. No estaría de más comentar que si estabas en el otro bando y en zona distinta igualmente también se sufría los horrores de una contienda que jamás debió producirse y que aún hoy ochenta y cinco año después de tan lamentable suceso sigue dividiendo a los españoles quizá por intereses de los partidos políticos. Pero esto es una cuestión que requiere más reflexión.
Una segunda parte nos muestra la dura realidad de una época de hambre y miseria que sufrió la España de la postguerra especialmente cebándose con las clases trabajadoras, y particularmente con aquellos que no pertenecían al bando ganador, esto es tan obvio que queda meridianamente claro que igual la hubiesen sufrido en sus mismo términos los vencedores de haber sido ellos lo vencidos, porque la venganza pese a ser condenable parece un desahogo, por lo tanto los seres humanos que nos dejamos arrastrar por tan bajos instintos no estamos exentos de sentir el placer que nos producen los sentimientos de odio y rencor. Y como muestra no puedo pasar por alto que muchas de las tropelías que se cometieron fueron por denuncias de aquellos que creían sus amigos, sus amigables vecinos o como en el caso de fusilamiento de Meléndez que es el propio cuñado quien lo delata a los falangistas
En el colegio Ave María confluye la triste realidad de nuestra historia de la guerra civil española en Cabra. Los hijos de Francisco Moral Barranco acuden al comedor de huérfanos junto con aquellos niños que el bombardeo de la aviación roja había dejado desamparados. La guerra - una guerra que pudo evitarse, no pretendo entrar en política -, pero los desmanes de unos y las bravas de otros llevaron a España a una nueva guerra civil, ésta última la más cruenta y la que hoy ochenta y cinco años después aún sirve para que unos y otros de un pensamiento político o contrario sigan arrojándose muertos.
No quisiera pasar por alto el sentimiento de tristeza que me ha producido el libro, que me ha recordado un relato que yo escribí y que titulé "Sin infancia, daños colaterales", y que como me contaba mi padre, y como sucedió con él y con muchos niños de esa época, la guerra no solo les trajo hambre y miseria, si no que les arrebató su infancia, ya que muchos niños tuvieron que trabajar cuando apenas tenía ocho o nueve años de edad e incluso antes, y muchas niñas no jugaban con muñecas a ser mamás, ejercían de madres de sus hermanos pequeños mientras sus padres se deslomaba trabajando para poder alimentarles. (Las personas que sufren desigualdades económicas y sociales, en el desorden general son las más proclives a llevarse la peor parte).
Ojalá aprendamos, ojalá que no tengamos ni mucho menos nuestros hijos, nuestros nietos ni las generaciones venideras que volver a padecer un acto tan desgarrador como es una guerra, y máxime cuando ésta como la que sufrieron nuestros padres y perdieron la vida en ella nuestros abuelos, tan cruenta, enfrentando, padres con hijos y hermanos con hermanos.
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