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Sonetos adolescentes
25.07.21 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros
40
No, no hay luz, si tu pulso duerme frío
en la génesis yerta de tu credo.
No, no hay luz, siendo presa de tu miedo
la aurora reflexiva de tu brío.
No, no hay luz, si en continuo desafío
asolas las estrellas con denuedo
y olvidas la esperanza por el ruedo
de la fiesta perpetua del estío.
No, no hay luz, si tu gesto enamorado
solitario se pierde sin cuidado
al guardar la ternura en sus entrañas.
Nunca verás la luz, que en tu ceguera
el desdén de tu gracia se apodera
y en desamor recóndito te engañas.
41
Ven, corre, Amor, me asfixio; ven ligero,
dame el aire vital de una mirada
al amparo total de tu enramada,
al compás de tu afecto zalamero.
Pues, si amándome tanto desespero,
qué sería de mi alma despechada,
de mi sangre sin nervio enamorada
en la ingrata tardanza que no quiero.
A merced no me dejes del relente,
ni con lánguido son de ruiseñores,
que el sudor de la angustia por mi frente
aterra mis anhelos con temblores,
inquieta mi impaciencia incontinente
y alucina mis ansias con terrores.
42
Qué tristeza morir en primavera
bajo un cielo de jazmines dilatado,
por céfiros de aromas confortado
y vibrando de amor la tierra entera.
Se despide la luz, fuerza primera,
al pasar por el trance delicado
y deja con valor disimulado
arrullos de paloma mensajera.
Bien que con el otoño nebuloso,
de escarchas y nevadas primerizas,
se pierdan sin fortuna los deseos.
Mas, nunca ahora, no; placer gracioso
que enternece con aires las pedrizas
y prolonga las horas con recreos.
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