|
La Montse
12.01.09 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Vivir para ver, oigan. Que la señorita Monserrat Nebrera dice que cuando llama a los hoteles de Córdoba, la recepcionista en cuestión del mismo habla tan regulín que ella es incapaz de enterarse.
La ignorancia, que malvada es, ¿verdad? Pues mire usted, señorita Monserrat, para la próxima vez que tenga usted la dicha de bajar por esta tierra, permita que le haga, en mi indescriptible acento andaluz, una visita guiada por los mejores rincones de la ciudad. Que le enseñe cómo fue que estas calles se convirtieron en los rincones primeros de todo un Séneca, que alguna impronta dará el territorio, digo yo. Porque mientras aquí surtíamos al Imperio Romano de los mejores Emperadores, allá por el norte poco más que una charca eran ustedes, oigan.
Y déjeme que le enseñe que, a pesar de nuestra incomprensible forma de hablar, aquí se forjó una convivencia cultural y religiosa en pleno siglo IX que ríase usted de la pacífica co existencia que sufre el Partido Popular catalán desde su estrepitosa llegada. Y permítame, Montse, aconsejarle que lea a Gala, que intente si acaso comprender a Julio Romero, que aprenda de Maimónides. Y que aprenda de mi madre, Montsita, que es capaz de hablar de todo el mundo sin faltarle el respeto a nadie.
Y oiga, respétenos un pelín, que aquí nos acordamos muy pronto de las castas de cualquiera, tenga en cuenta que no estamos civilizados y nuestra lengua es impulsiva, casi incontrolable.
Y ojalá venga pronto, y frente al Río Guadalquivir, sea capaz de descifrar esos maravillosos 14 versos que Góngora supo componer acerca de la majestad de esta tierra. Y, si en el caso probable de que no fuera capaz de comprender la esencia global de los mismos, quédese con su última estrofa y váyase a tomar mucho por culo:
Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!
|
|
|
|
|
|