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Nuestro particular Paco Robles
11.01.09 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
En Cabra tenemos a un Paco Robles de nuestra Semana Santa.
Las comparaciones siempre fueron odiosas, pero, como no hay regla sin excepción, ésta desde luego no lo es. La analogía que pretendo transmitir ahora nace de la admiración a un amigo que conocí hace ya unos cuantos años. De esos que en días grises te arranca una sonrisa con sus sutilezas y peculiares formas de contar historias. De esos que no escamita en elogios hacia sus amigos, enalteciendo privada y públicamente las virtudes que les caracterizan.
La otra noche estuve escuchando las delicias del último disco de Jesús Sampedro en un órgano parisino interpretando marchas procesionales de Semana Santa. A mi derecha la “Antología literaria de la Semana Santa” de Francisco (Paco) Robles; a mi izquierda “Tontos de capirote” de, también, Robles; de fondo, la música catedralicia de un órgano francés. En mi izquierda una visión irónica y graciosa de la Semana Santa sevillana, transportable perfectamente a la nuestra y la de cualquier lugar. En mi derecha una aproximación seria y muy audaz a los mejores textos literarios que han glosado nuestra Semana Santa: desde Machado hasta Antonio Burgos, desde escritores de izquierdas hasta de derechas.
Pero quien me inspira a escribir esto es el libro “Tontos de capirote”. Con esta obra, Paco Robles despunta en una faceta inaudita: la de un periodista que se aleja de la cursilería, para adentrarse en una visión tan real como crítica de la Semana Santa y su entorno. Su lenguaje es desenfadado, sin ambages ni complejos, desprovisto del corsé del discurso políticamente correcto y autocrítico, muy autocrítico. Robles hilvana unas escenas sobre los personajes que conforman las cofradías, que nos sirven de espejo, al que sólo se miran los que tienen sentido autocrítico y por supuesto del humor, mucho sentido del humor.
A buen seguro Robles no sólo ha conocido el éxito y los elogios por este libro ocho veces editado, sino también las desaforadas críticas y desairadas posturas de los que se empeñan en querer hacer de la Semana Santa un escenario pulcro, perfecto, que por ser sacro no merece ironizar en él y que entienden que la crítica, aun siendo justísima, no debe ser bienvenida.
Aquí en Cabra, los cofrades, tenemos la suerte de disponer de nuestro Paco Robles. Es, cómo no, José Manuel Jiménez Migueles, cofrade desde su infancia, donde creo que le vacunaron contra lo canónicamente correcto. Quiere y siente la Semana Santa de Cabra, pero ello no es óbice para que la mire con ojo crítico y audaz. Le adorna la misma inteligencia que a Robles: el sentido del humor y la ironía. Carece de complejos y aborrece a quienes sí lo tienen. Ve las cosas tal cual son. Elude los circunloquios y va al grano cuando hay que valorar o dar un juicio de opinión. Es muy capaz de dar la nota desenfadada a las cofradías egabrenses, en unos tiempos donde este ingrediente, precisamente, es bien escaso. Sabe separar muy bien lo que es el respeto de la ironía. No confunde ambos términos y logra acercar a nuestras narices barbaridades estéticas, “cateteces” y despropósitos que el mismo miedo a no desmontar nuestro propio esfuerzo tapa.
En definitiva, su lenguaje es tan bueno, original, inteligente y necesario, que pocos tienen los dedos suficientes de la frente para entenderle. Lo más curioso es que él se atreve a publicar y decir lo que nadie, incluido quien esto escribe, es capaz por miedo a. Su voz recoge miles de voces que al unísono piensan como él. Mientras que la suya tiene las agallas para salir a la palestra y exponerse al juicio de la Santa Inquisición Moral de los cofrades del gremio de la Cursilería, el Buenismo y la Hipocresía, las de los demás recorren los metros cuadrados de unos Cuartelillos que, si pudieran hablar a través de sus paredes, sacarían las vergüenzas hasta al más purista y ejemplar cofrade.
José Manuel Jiménez no sólo está al nivel y ostenta las cualidades para dar un gran pregón (eso sí, no sería el pregón que la mayoría espera, sino, muy al contrario, un pregón con altura) sino que también los tiene bien puestos para poder llegar a hacer un “Tontos de capirote” a lo egabrense. Aunque, bien pensado, sería demasiado bueno para nuestra media cofradiera. Vamos, un lujo que por desgracia no nos podemos permitir, pues hace ya mucho tiempo que perdimos, si es que alguna vez lo tuvimos, la inteligencia y el sentido del humor a la hora de hablar y escribir sobre nuestras cofradías. Las mismas que ignoran patológicamente sus defectos.
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