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La ciudad soñada
24.04.21 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
Córdoba, Hinojosa del Duque, Lucena, Nueva Carteya, Peñarroya-Pueblonuevo y Villanueva de Córdoba fueron los únicos municipios en formalizar proyectos de ensanche, extensión o reforma interior en el primer tercio del siglo XX.
Cabra pudo sumarse a la otra historia de las ciudades de Terán -"tal y como fueron imaginadas y no llegaron realmente a ser"- participada entonces por los alcaldes Felipe Solís Villechenous (1926-1928) y Antonio Escofet Alonso (1928-1930) para el proyecto general de alineaciones formulado por el arquitecto Vidal Macho y Bariego en 1928.
Los cerros de la Villa Vieja y San Juan eran de nuevo antagonistas pero no así las principales vías de comunicación que ya habían propiciado la formación de un núcleo urbano sólido a través de tres calles más las transversales y restantes en función de la ocupación de espacio. Por uso y estética, tendrían que desaparecer total o parcialmente otras como Tovalina, José de Silva, Hornillo y Bachiller León para prolongar Juan Ulloa, Martín Belda y Sagasta. Asimismo, se ensancharían y alinearían Tinte, Toledano, Cuesta de San Juan, Puerta del Sol y Fuente modificándose Río, Empedrada, Cervantes, Castelar, Muñiz Terrones, Parrillas, Cruz, Andovalas, Terzuela, San Roque y Barranco más una parte de la de Juan Grande, Nicolás Albornoz, Redondo Márquez y Arquilla.
Habría pues nuevo trazado de calles y rondas pero era la de Juan Ulloa la que quedaría con un ancho de 18,50 metros formándose a su final una plaza que serviría de entrada a Cánovas, Redondo Márquez y Sánchez Guerra más, entre la primera y tercera, se instalaría una farola monumental que, por su situación y altimetría, sería "punto de perfecta visualidad de gran parte de la ciudad". Ya en la manzana que daba a la plaza que se iba a proyectar y, donde estaba enclavado el mercado de abastos y ayuntamiento, se procedería a su demolición y nueva construcción de casa consistorial formando fachada a esta plaza y calles Redondo Márquez y Nicolás Albornoz.
En Sagasta y, por donde bifurcaban las calles Río, Fuente y Diego Avís, se formaría una plazoleta que desembocaría en el nuevo mercado y otros edificios municipales. En esta otra nueva Plaza Vieja se establecerían unos jardines y, entre medias, una escalinata o rampa para el acceso a la calle Mayor estando condicionada por una nueva vía fruto de desmostes y terraplenes.
No quedaban aquí las transformaciones porque se ensancharía la calle de acceso a Aguilar y Eslava dejando al lado derecho la plaza de entonces y agregando otros jardines "para esparcimiento del grupo escolar y descongestionar la aglomeración del tránsito rodado peligro de los peatones". Finalmente y al paso del arroyo de la Tejedera, "lugar de inmundicias y foco de infección", se urbanizaría "imitando en lo posible al Parque del Oeste de Madrid, modelo en su género".
Encargo y desestimación. Así fue. Pese a que la Ley de Régimen Local de 1945 obligaba a la formación de un plan general de urbanización dotado de "reforma, ensanche, higienización y embellecimiento", hasta 1968 no se formalizaría por los ingenieros de caminos Rafael Sánchez Cubero y Antonio Álvarez Martínez cuyo objetivo prioritario era "ordenar un núcleo futuro no superior a los cuarenta mil habitantes". Una osadía porque las previsiones no se corresponderían con el desarrollo de Cabra por lo que habría que formular otra revisión y adaptación pero ya bajo el mandato de Juan Muñoz Muñoz.
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