|
Otros silfos y dríades (10)
18.03.21 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros
Con la noche se desprende
un vaho inaudible de alas,
agua, grillos y bengalas,
que el prado apaga y enciende,
como si un travieso duende
tras un juego singular
atrajera hasta el lugar
la esencia arcana del mundo
que va presto vagabundo
al encuentro del azar.
Llegando las vísperas una sarta de cohetes anuncia que el festejo veraniego del mes de agosto comienza para solaz y diversión del vecindario. No se han desvanecido los últimos reflejos del ocaso y todo el pueblo se ilumina de forma caprichosa a la par que una serie de variopintas músicas y canciones estremecen el entorno tratando de abrirse camino en la atención de niños y adultos que han aflorado como por arte de magia ante el estridente reclamo.
Mi cansancio quiere evitar este bullicio y me encamino en busca del silencio y de la noche hacia el sosiego del huerto. Me acomodo sobre el frescor del césped bajo la tenue claridad estelar y sin moverme me encuentro con la intimidad de las sombras que bosquejan todo lo que me rodea: el rozar de miles de alas, el continuo gorgoteo del agua en los desniveles de la acequia, el insistente soniquete de grillos y chicharras, la fosfórica luminosidad tanto de las luciérnagas de la fronda como de la siderales en un mágico juego que ensancha la curiosidad por el espacio y me llevan a concienciarme con seguridad que a pesar del rechazo a lo esotérico no se podrá evitar el inexorable cumplimiento del destino.
|
|
|
|
|
|