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Reputéselo (y III)
18.03.21 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
A Manuel Osuna Bujalance
De la Corte cita su artículo publicado en el Semanario Pintoresco Español y más cuando, negligentemente, ya "ha cesado la costumbre de formar cada pueblo cofradía o reunión especial para fijar su tienda y conducir un trecho las andas de la Virgen durante la procesión. Así es que no se conservan las villas y ciudades de la Campiña el sitio que respectivamente poseían en la esplanada de la montaña, ni hacen memoria los hombres de nuestro siglo de la colocación de las cruces, que debió sin duda acabar cuando la invasión francesa y recordamos haber visto en los desvanes del Santuario cubiertas de polvo algunas de ellas, hará cosa de quince años".
Sentencia. "Baste, pues, sentar como lo más acertado y probable que los habitantes del Reyno de Córdoba han mirado siempre a esta Ymagen con especial predilección, reputándola por una de las primitivas, a que dieron homenaje los cristianos, cuando comenzaba a estenderse el culto de la Virgen María. Los infinitos milagros que por su intercesión se han obrado, no pueden pasar de modo alguno por otras tantas vulgaridades, como quiere el indiferentismo religioso de nuestra época, que desprecia con cínica impasibilidad cuando no está al alcance de su torpe y preocupado juicio, harto somero y frívolo en verdad para comprender ni aun de bulto estas materias". Toda una crítica velada al entonces hermano mayor Felipe Ulloa Aranda (1835-1852) y a su cuñado y también futuro hermano mayor Francisco de Asís Alcántara Narváez (1852-1880).
Restaba ya hacer una breve reseña de aquellos hermanos mayores que "han estado al frente de este Santuario, desde mediados del siglo anterior hasta la última revolución de España".
Pedro Ignacio de Lorite y Enríquez (1755-1789), "individuo de una de las más esclarecidas y antiguas familias del país, dotado de un espíritu de devoción laudable y de un celo ardiente, recaudó e invirtió en pro del Santuario sumas crecidas, ejecutándose de su orden la mayor parte de los altares y estatuas del templo, varios cuadros que aún se conservan en él, las entalladuras y cascarón del cruzero, el viacrucis de piedra que se ve sobre las rocas del camino -cuyas dos únicas cruces quedarán a la subida de las dependencias del Hermano Mayor en el Santuario y en la sacristía alta de la Iglesia Mayor de Cabra como recuerdo de las nuevamente ejecutadas bajo el mandato de la primera Comisión Gestora- y otras obras las cuales hubiera sido de desear mayor acierto y un gusto más delicado, si bien esto no rebaja su piedad y notorio desprendimiento".
Pablo Enríquez de Herrera y Navarro (1789-1803). Pese a intentar que la fábrica del Santuario y devoción a la Virgen de la Sierra estuviera a la altura de su antecesor, de la Corte no ofrece noticia al igual que lo acontecido durante el mandato de Francisco de Paula Ulloa Cuenca (1803-1823), que favoreció la estancia más larga de la Divina Serrana en Cabra a sabiendas de la decadencia del Santuario por falta de mantenimiento.
Felipe de la Corte y Coca (1823-1827), "Coronel de Yngenieros, Caballero Maestrante de Ronda, condecorado por S.M. con las cruces de S. Fernando y S. Hermenegildo y con otras muchas por acción de guerra, agraciado con el hábito militar de Alcántara, miembro de una antigua y distinguida familia del Reyno de Sevilla y avecindado en Cabra, reunía a su ilustrado celo una restitud a toda prueba y la suma de conocimientos que su carrera facultativa, por largos viajes, su observación continua hubieron de proporcionarle. Concibió un plan vastísimo que habría hecho del Santuario de la Sierra un objeto digno de la observación y del estudio de cuantos hombres curiosos amasen la religión y la gloria de las artes. Comenzó por desempeñar a la sagrada Ymagen de muchos y pesados atrasos, por el restablecimiento del culto en toda su pompa y solemnidad, por el aumento de demandantes que recorriesen la provincia y por la restauración de la Casa e Yglesia, que fue tal, que en muchos puntos debe de considerarse como una verdadera reedificación. Más cuando, libre de las deudas que abrumaban la hacienda de Ntra. Sra., se disponía a recurrir al Concejo demandando los arbitrios y medios que hubieran de prestar una base segura a sus proyectos, enfermó gravemente y murió".
Juan Antonio Ruano-Calderón y Aguilera (1827-1832). Padre político del anterior, "de ilustre sangre nacido y emparentado con las casas más antiguas de Andalucía, quien a sus muchos honores y consideración social agregaba un talento poco común y una generosidad sin límites aún cuando su edad y el manejo de muchos y complicados negocios, le impidieron llevar a cabo el pensamiento capital de aquel. En su época estendiose más y más la devoción a la Virgen de la Sierra, se levantó desde el cimiento el camarín de que llevamos hecho mención, se fundieron de su propio peculio las campanas, ampliaronse las escasas propiedades de la Mayordomía, adquirienrose más de sesenta fanegas de tierra en beneficio del Santuario y se ejecutaron otras muchas mejoras, que hubieron de costarle graves sacrificios pecunarios".
Juan Antonio de la Corte y Ruano-Calderón (1832-1835), "empezaba a amargar la revolución española cuando se entregó en la administración de la Sierra, si bien se conservó el culto y los demás objetos de su encargo a la altura en que se hallaban durante las Mayordomías de su Padre y Abuelo, no fue posible en los azarosos días que sucedieron poner por obra los planes de su familia, concebidos sin duda para tiempos tranquilos de piedad y fervor".
Conclusión. "Si este relato abunda en incorrección y desaliño, repúteselo al menos en todas sus partes tan esacto como verídico. Cabra, 15 de diciembre de 1843. Juan Antº de la Corte".
Foto portada 3. Viacrucis por las revueltas viejas. Fuente: Libro María Santísima de la Sierra Coronada. Tomo 1. 2005.
Foto 3.1. Ejecución del nuevo Viacrucis. Fuente: Libro María Santísima de la Sierra Coronada. Tomo 1. 2005.
Foto 3.2. Virgen de la Sierra, Patrona de Cabra. Fuente: Libro María Santísima de la Sierra Coronada. Tomo 1. 2005.
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