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Sonetos adolescentes
25.02.21 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros
25
Salta el agua entre las peñas verdosas
rozando los cerezos nacarados
con gotas de rabiones apiñados
al bajar de las cumbres silenciosas.
Apretados barzales con umbrosas
zarzas deslindan sendas y sembrados
y ensanchan tras los árboles mojados
jaspeado arrebol de nubes rosas.
Vencida ya la tarde, va librando
por las lomas livianos horizontes
que se enturbian dolidos de su peso,
para poder fijar el postrer bando
del sol que palidece tras los montes
dejando a un lado el tiempo del regreso.
26
Recuerdo que llegué desorientado
al borde confinante del sendero,
lugar donde el destino es bien ligero
y el hombre más veloz, acorralado.
Mi cuerpo en la visión quedó atrapado
en la red de su peso terrazguero
y un túnel luminoso y duradero
captó mi pensamiento liberado.
Y anduve por jardín de eterna aurora,
volátil flor con haz de luz sonora,
bajo la gravedad más vaporosa,
como un revés de viento sin veletas,
como una pulsación de rutas quietas,
sabiendo que la vida era otra cosa.
27
Se camufla el paisaje presionado
por las lánguidas nubes de la tarde
y ateza con su fuga tan cobarde
el musical ocaso anaranjado.
Por un momento el cielo despejado
promete resplandores en su alarde,
ingenua desnudez de un panal que arde
fingiendo que descubre su costado.
Tantas veces los hombres y el paisaje
se encuentran fugitivos en la noche
que persigue al crepúsculo inmaduro,
que no hay senda de gracia sin peaje,
ni cántico armonioso ni reproche,
que el paso de la vida haga seguro.
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