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Banderas para la fe.
31.12.08 - Escrito por: Felipe Osuna Manjón-Cabeza
 Bienvenido seas Rey de reyes, en este año que llega, en esta década que doce meses más tarde se irá. Un pueblo celebra tu llegada con balcones engalanados de rojas banderolas, rematadas con un niño semidesnudo recostado entre lanas. Como si fuera septiembre, esta ciudad creyente rompe lazos con el laicismo de un país, cuyos dirigentes pretenden hacer olvidar la tradición religiosa y cultural de sus habitantes, aquellos que durante siglos han aclamado al que pereció en un madero y que ahora parecen estar condenados a esconder sus creencias. Pero el pueblo es soberano y, pese a los datos negativos que mostraba hace unos días la portada de un periódico respecto a la falta de creyentes «fieles a la tradición», hoy reluce en nuestras calles esa fe que los católicos guardamos en nuestro interior.
Un pueblo laico se caracteriza por respetar las creencias del prójimo ya sea judío, ya sea musulmán, pero nunca debe de oponerse a que prolifere una religión sobre otras. Así lo he entendido siempre y así lo defiendo. Con esta postura permítanme tratar una serie de aspectos que afortunadamente no suceden en esta localidad, de forma paradójica eso sí, ante los discursos que vienen entonándose desde sectores determinados de la sociedad. Paseando por la cordobesa Plaza de las Tendillas acompañado de varios colegas en esta dura tarea de la información, relució un comentario sobre la eliminación de una especie de figuras de luz que en años anteriores exornaban el entorno que rodea la estatua del Gran Capitán y que representaban el misterio de la Natividad. En su lugar hoy se encuentran otros muñecos que recuerdan a los renos u otros animales más próximos a la cultura anglosajona que a la esencia puramente andaluza, donde reina el portal de Belén, la estrella de Oriente, pastorcitos o lavanderas. El laicismo exacerbado que pretenden imponernos mediante la ruptura de nuestras señas de identidad es una muestra más de la tendencia que se ha puesto de moda en los últimos años, destinada a eliminar diversas connotaciones de nuestra cultura, de marcada base católica. Ante la falta de angelitos luminosos hoy surgen banderolas con la leyenda “Dios ha nacido”, síntoma de su omnipresencia y muestra indiscutible de la gran cantidad de familias creyentes que existen en nuestra ciudad. Algo que a veces se nos escapa y que en ocasiones de este tipo -al igual que en Semana Santa o en la estancia de la Virgen de la Sierra en la ciudad- queda refrendado.
Sin más, sirvan mis últimas palabras publicadas este año para desear paz, amor y trabajo (sobretodo esto último ante los tiempos que corren) a todas nuestros paisanos en el nuevo año. ¡Felicidades!
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