|
Plaza Vieja (I)
28.01.21 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
La falta de mantenimiento del edificio carcelario egabrense era una realidad como la notoria crudeza de sus condiciones y, pese a las denuncias, el consistorio hacía oídos sordos.
En 1921, el juzgado tuvo que tomar cartas en el asunto pero ya era tarde. Los derrumbamientos habían comenzado y hubo que habilitar la Casa del Pósito, hoy, Edificio Sindicatos. Para ampliar la explanada resultante, se expropiaron varios inmuebles ubicados en calle Mayor y llanete de Palacio mientras los materiales, entre ellos paño de muralla, eran empleados para la rehabilitación del nuevo asilo de ancianos que estaba proyectando Eduardo Cruz López.
Para entonces ya había nuevo alcalde. Rafael Blanco Serrano tuvo la excusa perfecta para proponer un ensanche que partiría desde los Arcos de la calle Baena hasta la Plaza Vieja -"para que pueda contemplarse la hermosura de nuestra Parroquia y el palacio de los Condes"- por lo que la pérdida definitiva de la Torre del Reloj y las Audiencias era cuestión de tiempo así como la sustitución de la primitiva fuente que allí se hallaba por otra de cerámica sevillana más apartada del emplazamiento original. Recomendó un concurso de ideas que abarcara "la demolición o la demolición y reparación de la muralla". Era 16 de abril de 1924.
Se optó por la demolición en tanto que la prensa apuntaba: "hemos visto el dibujo de la torre que se construirá para colocar el reloj de la Plaza Vieja, pues ha habido que desistir de los propósitos de llevarlo al campanario de la Parroquia o a la torre de las Escolapias. El dibujo es original del joven y ya acreditado maestro Eduardo Cruz López. La torre, según nos informan, se levantará en la parte alta del murallón pegante al tejado de las Audiencias viejas en el centro del frente aquel y dada la altura, aquella y la de la torre, podrá verse el reloj desde casi todo el pueblo".
Pero ni la torre llegó a edificarse y el reloj, que había marcado las horas de los egabrenses desde los inicios de la Edad Moderna, buscó refugio en el asilo en construcción pero también fue declinado "por el gasto y el trabajo que supone para las religiosas el cuidar y engrasar la máquina, cosa, que si para evitarlo se encomendara a un empleado del municipio, se tropezaría con el grave inconveniente de que a diario y, en lugar muy principal del asilo, penetre persona ajena a la Comunidad". Atónitos, la corporación dejó en suspenso su ubicación con la mala fortuna de su paradero aunque tuviera que comprar y donar otro, el actual, para la torre de la Asunción.
Así las cosas, el 27 de noviembre de 1924 ya se había procedido a la demolición de lo que en su día fue centro neurálgico de Cabra para, en su lugar, proyectar la construcción de una rampa que debía hacer frente a unas obras que ya empezaban a materializar la estampa de la hoy Plaza Vieja pero algo pasó y, a las pocas semanas, parte de la muralla empezó a derrumbarse y, "ante el temor de que pudiese sobrevenir un corrimiento de terreno que arrastre las edificaciones de parte de la calle Mayor y aun de la Iglesia Parroquial", Blanco Serrano tuvo que requerir la asistencia del arquitecto provincial: "bien como se hizo la demolición de los citados edificios, sin dejar salida de aguas en la muralla conservada, bien por filtraciones anteriores pues las cubiertas, caños y patios no tienen desagüe directo al exterior como, todavía, se puede apreciar en bajantes que vierten el agua sobre la base de la parte desprendida hay proceder al desalojo de la casa número 14 de la calle Mayor y apuntalamiento inmediato de la esquina correspondiente al colegio de Escolapias siendo preciso, para evitar males mayores, la construcción de un muro de contención que proteja el cuerpo del edificio que amenaza ruina del colegio y medianero con el número 14. Igualmente, los desagües del jardín que cierran la muralla, caños y bajantes tendrán que tener salida directa al exterior sin filtraciones con las presentes. Por último el jardín actual de la rampa y, al objeto de evitar desprendimientos, debería ser sembrado con un gran número de árboles que también dan sombra y hermosean el paisaje". Era 23 de diciembre de 1925.
Antes de renunciar para después volver a regir la ciudad por dos veces, el alcalde legitimó su actuación. Todavía quedaba por retirar "los materiales inútiles y la enorme cantidad de tierras que hay allí acumuladas así como la prolongación del jardín en rampa, hecho sobre el solar de la cárcel vieja, con sus correspondientes muros y la variación de la carretera que da acceso a las calles Mayor y Villa para evitar las curvas existentes que resultan molestas al vecindario".
El Estatuto Municipal, circunscrito a su desarrollo complementario, había sido incumplido. Ya lo había denunciado Quadrado en 1851: "no hay apenas ayuntamiento ni concejal que no se haya propuesto fundir y regularizar la población a su manera, trazando líneas sobre el mapa topográfico cual sobre yermo erial lo hiciera, sin desviar jamás su inflexible recta por consideración alguna, a no ser que una que otra personal. La primera piedra que de antigua fachada se desprende, entraña consigo la ruina de toda ella, para ser luego, sabe Dios bajo qué plan, reconstruida; los arcos caen, los saledizos se despegan, los paredones se blanquean, las calles se ensanchan para abrir paso al carro triunfal de la civilización y, si por ellas no cabe, se le franquea brecha, como al caballo de Troya, a través de monumentos seculares". No es de extrañar pues la exposición de motivos para la elaboración del decreto-ley relativo al Tesoro Artístico Nacional de 1926.
|
|
|
|
|
|