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EL MILAGRO DE EMPEL Y LA INMACULADA CONCEPCIÓN, PATRONA DEL INSTITUTO AGUILAR Y ESLAVA
08.12.20 - Escrito por: Manuel Chacón Rodríguez
Hoy 8 de diciembre, es día de la Purísima, patrona del instituto y fundación Aguilar y Eslava, que desde su creación y durante casi tres siglos tuvo el nombre de Real Colegio de la Purísima Concepción.
El hecho de que la Inmaculada Concepción de la Virgen María se celebre en esta fecha no está escogido al azar, sino que tiene que ver con un hecho histórico que supuso, a la vez, una de las mayores gestas de los Tercios españoles y un suceso prodigioso, reconocido por la Iglesia Católica como el Milagro de Empel.
Para conocerlo, hace falta remontarse a finales del siglo XVI a las tierras de Flandes, los Países Bajos españoles. Nos encontramos en el contexto de la Guerra de los Ochenta Años o Guerra de Flandes, en la que las provincias septentrionales de Flandes, burguesas y calvinistas, se rebelaron contra su soberano, el rey Felipe II Habsburgo, rey de las Españas y principal defensor político del catolicismo en Europa. Los Países Bajos eran, además, unos territorios no sólo económicamente boyantes y por tanto deseados, sino geoestratégicamente muy importantes para mantener amenazados y bajo presión a Francia, Inglaterra y diversos principados alemanes enemigos de España. Dicha guerra comenzó en 1568 y terminó en 1648, con el Tratado de Münster y la Paz de Westfalia, que dio lugar a la independencia de las Provincias Unidas o República holandesa.
Es en el comienzo de dicho conflicto bélico cuando se produce el Milagro de Empel. En el verano de 1585 había sido reconquistada la ciudad de Amberes y todo el sur de los Países Bajos por parte del Capitán General del Ejército de Flandes, Alejandro Farnesio, apodado el Rayo de la Guerra. Ese mismo otoño se lanzó sobre las provincias rebeldes del norte, especialmente sobre Zelanda y Holanda, en las que las poblaciones católicas, oprimidas por los protestantes, pedían ayuda al rey.
Será aquí, entre el 7 y el 8 de diciembre, cuando tendrá lugar en la ciudad holandesa de Empel la batalla en el transcurso de la cual se producirá el milagro. Allí se encuentra, durante la primera semana de diciembre del año 1585, el Tercio Viejo de Zamora, comandado por el Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla. Está formado por unos 5.000 hombres, que estaban combatiendo a los rebeldes en la isla de Bommel, entre los ríos Mosa y Waal, que acababa de ser bloqueada por la escuadra del almirante holandés Van Hohenlohe-Neuenstein. La situación era extrema para los nuestros, porque además del cerco, tenían poca comida y las condiciones meteorológicas eran adversas, ya cercano el invierno, con lluvias constantes y mucho frío.
Recordemos que en esa época, el clima era más frío que en la actualidad, pues atravesaba Europa la conocida como "pequeña edad de hielo", un periodo en el que la temperatura media europea era 1 ºC inferior a la actualidad, especialmente entre los siglos XVI y XVIII.
Pero volvamos a nuestros soldados zamoranos, a más de 1.500 km de su patria, sin comida, pasando frío y cercados por los holandeses, que les bombardeaban a placer. Su situación era desesperada. Para evitar una masacre el almirante, Felipe van Hohenlohe-Neuenstein, alias Hollock, les propuso una rendición honrosa: que entregaran las armas sin combatir y salvarían la vida. La respuesta española fue contundente: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos". Ante lo cual el holandés decidió vencerles acabando con la vida de todos ellos, ahogándoles, para lo que decidió abrir los diques de los canales del Mosa para así inundar el campamento imperial.
Así procedió y, de esa forma, pronto no quedó más tierra firme que el cerro de Empel, donde se refugiaron los soldados viejos castellanos, que eran cañoneados y arcabuceados desde los buques calvinistas.
La situación era desesperada, la vida de los españoles pendía de un hilo y se veían forzados a rendirse o morir. Justo en ese crítico momento, el sábado 7 de diciembre, según cuenta la tradición, un soldado del Tercio que estaba cavando una trinchera tropezó con una tabla de madera. Cuando se detuvo a mirarla con cuidado pudo apreciar con claridad que era una tabla flamenca de vivos colores con la imagen de la Virgen María La voz se corrió de inmediato, colocaron la imagen en un improvisado altar sobre la bandera con la Cruz de San Andrés y, dirigidos el padre por el padre Fray García de Santisteban, entonaron de rodillas una Salve a la Virgen.
El Maestre Francisco Arias de Bobadilla, considerando el hecho como una señal de Dios, convocó a la junta de capitanes para tomar una decisión. Les propuso realizar un ataque "suicida" en barcazas contra los holandeses, quemando previamente las banderas del Tercio y hundiendo la artillería para evitar que cayesen en manos del enemigo. El maestre de campo les animó a luchar hasta la muerte y encomendar su vida a la Virgen Inmaculada, dirigiéndose en estos términos a sus soldados:
"¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?".
"¡Si queremos!", fue la respuesta unánime de los soldados españoles.
Esa madrugada, ya del 8 de diciembre, cuando estaba todo preparado para el ataque, se desató un viento fuera de lo común e intensamente frío... que heló las aguas del río Mosa, algo que no era tan raro por esas latitudes, pero que pasaba ni volvería a pasar allí en muchos años. Un hecho extraordinario que, dada la coincidencia con los hechos narrados, se considera un milagro.
Los españoles vieron así la posibilidad de realizar el ataque a pie y todos a la vez, sobre superficie firme, en lugar de en barcazas y de forma intermitente: era su gran oportunidad y el milagro por el que tanto habían rezado.
Dicho y hecho, el maestre de campo dio la orden de ataque general y los soldados marcharon sobre el hielo, acometiendo con fiereza y por sorpresa a la escuadra y el campamento holandés al amanecer del día 8 de diciembre, obteniendo una completa victoria, huyendo los protestantes en desbandada ante el furor de los arcabuceros y piqueros españoles. El almirante Hollock llegó a decir: "Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro".
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia. Los católicos holandeses calificaron los sucesos que habían dado lugar a la salvación de los españoles del ejército del Rey como "Het Wonder van Empel", "el milagro de Empel", que se hizo especialmente famoso y popular en el siglo XVII en toda España y su Imperio. Habría que esperar no obstante 269 años para que la bula del Papa Pío IX, Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 proclamase como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima.
Posteriormente, el 12 de noviembre de 1892 por real orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, se dice: "Declara patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción".
Nuestro instituto, por expreso deseo del clérigo Luis de Aguilar y Eslava, su benefactor, lo conmemora desde su fundación en el año 1679.
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