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Sonetos adolescentes
28.11.20 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros
16
Sabías que a tu mano la paloma
su alimento esporádico confiaba.
Te fuiste por capricho de su algaba
y perdió el equilibrio de su toma.
Mañana, tal vez, tú querrás que coma
y llegues con tu ofrenda donde estaba.
No te extrañe que escape bronca y brava
al vergel que la salve de tu broma.
Aunque pudiera ser que la inocente
mezcle la cara y cruz de la moneda
al confundir tu juego persistente
y te devuelva el cebo que la enreda
por jugar, ya que en todo amor viviente
la herida cura y la cicatriz queda.
17
Al final de la lucha, paz serena:
una tregua pactada, un tiempo nuevo,
sin la duda infeliz del quiero o debo
en limpia claridad de calma llena.
Que por justa y por lid, cordial almena
parapeta el sosiego que te llevo,
por señalar la brisa en que me muevo,
consciente de que marca la más buena.
Y en la pausa, la mente, ya segura,
rechaza en lo que sabe lo que ignora
y busca de continuo el agua pura,
golpeando el dolor hora tras hora,
cual batán de su eterna desventura
que se engendra por ser y se devora.
18
El aura leve que la tarde aviva
con los tersos colores del ocaso,
el agua transparente que sin vaso
se ofrece a calmar la sed que nos priva,
la rosa delicada y combativa
que oculta las espinas a tu paso,
el juego de la luz que en cielo raso
matiza cualquier sombra a la deriva,
un sí que estalla, un grito que enmudece,
un plácido vergel de libre puerta,
un lucero, un fulgor, alguna fuente,
una mano fiel que al mermar más crece,
son el amor, amor que en mi despierta
tu sonrisa veraz eternamente.
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