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LA CANCIÓN DEL OLVIDO (II)
26.10.20 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
En la segunda quincena de mayo de 1918, la enfermedad de moda llamó a las puertas de Córdoba con la extraordinaria virulencia conocida en otras poblaciones.
La Inspección Provincial de Sanidad ya había notificado que era altamente contagiosa, que se propagaba de persona a persona -"por los productos exudativos de las vías respiratorias procedentes de enfermos y de portadores de gérmenes"- y que la aglomeración en locales cerrados "constituía la principal causa de contagio y propagación". Un médico de la comarca de Los Pedroches, epicentro de las sucesivas oleadas, reconocería que no había tratamiento específico y que la prevención habría de observarse en "higiene más escrupulosa, alimentación nutritiva, limpieza del cuerpo y del vestido".
Pasado un mes, la epidemia menguó. El rastro en Cabra fue, oficialmente, de 17 defunciones. Todo volvió a la normalidad, "como si nada hubiera pasado," pero en la segunda quincena de octubre empezaron a subir contagios y defunciones en Aguilar, Alcaracejos, Los Blazquez, Doña Mencía, Fuente la Lancha, Hinojosa del Duque, Pozoblanco, Belalcázar, Santa Eufemia, Villafranca de Córdoba, Espiel, Cañete de las Torres, Palma del Río, Villa del Río, Lucena, Villafranca de Córdoba, Villanueva de Córdoba, Fuente Obejuna, Benamejí, Dos Torres, El Guijo, Adamuz, Montoro, Belmez, Carcabuey, Villaharta, Santaella, Luque, Villaralto, Cabra, Añora, Villaviciosa, El Carpio ...
Hasta el 3 de noviembre el Gobernador Civil no hizo pública la declaración de epidemia. La Junta Local de Cabra, consciente de que era más fácil "prevenir que corregir males", ya había convenido la clausura de escuelas, la desinfección de carruajes destinados al servicio público, la visita continuada a la estación de ferrocarril y la búsqueda de locales al objeto de emplearlos como lazaretos. En la segunda quincena de diciembre, la epidemia volvería a menguar. En Cabra se registraron 43 defunciones y, si bien el alcalde llamó a la "tranquilidad", los médicos apremiaron: "cualquier imprudencia podría dar margen a su recrudecimiento".
La enfermedad de moda llamaría, por tercera y última vez, a las puertas de Córdoba en la primavera de 1919. Cabra declaró entonces 80 defunciones. Al igual que en otras poblaciones, ni se tomaron en consideración ni se aplicaron "medidas tan obvias" que no aumentaran el mal. La edición impresa de La Opinión de 25 de mayo proclamaría que "la epidemia gripal, que ha llevado el luto a muchos hogares y que sembró la inquietud en el pueblo entero, ha desaparecido" pero no las consecuencias de aquella que apodaron bajo el mote de "la canción del olvido".
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