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Retoques a una semblanza: JUAN SOCA
15.08.20 - Escrito por: Baldomero Montoya / Hemeroteca La Opinión 1920
Reproducimos este original de Baldomero Montoya que enviaba desde Madrid y que, sobre Juan Soca, se publicó en el número 437 de 15 de agosto de 1920, hace 100 años en La Opinión.
El señor Soca es un señor Poeta, total e irremediablemente lírico; por dos razones: por profesión entusiasta de su espíritu ultraselecto, una especie de interna combustión expontánea, que lo lleva, y aún contra su voluntad lo arrebataría, a las regiones más altas y puras de la Estética, en donde, a solas con su alma, se hunde en los abismos del pensamiento, que trduce luego a las estrofas de su IDEARIO SENTIMENTAL; y porque, cuando iba para Aduanas o cosa así, se malograron sus ideales burocráticos mediante unas vulgares calabazas admiradas, no por Profesores rudos e insensibles a las palpitaciones del talento, como cualquier espíritu vulgar pudiera sospechar, sino por las nueve Musas reunidas en Areópago, que quisieron conservar al señor Soca entero para su regocijo y deleite; porque, si no, a estas horas, en lugar de estar cincelando endecasílabos, el señor Soca estaría empleando sus talentos poéticos en el bajo menester de formar las estadísticas del bacalao importado a España, o encajando en versos sáficos la lista de plebeyos impositores de giros postales. ¡Loado sea mil veces el sutil arbitrio de las Musas, de labrar, dentro de una calabaza, la torre de marfil en donde, lejos de todo ruido villano, vibre armoniosa la lira del señor Soca!
Como tal poeta lírico, el señor Soca usa y maneja con desenvoltura las licencias. No sólo las poéticas, al conjuro de las que brotan de su pluma tropos floridos y brillantes, que no hay quien entienda y otros, como el de "un aire dilecto y una sonrisa eflorescida" que, a primera vista, parece que no están escritos en castellano y, después de considerados con atención, resulta que, efectivamente, no lo están; sino que le son habituales las licencias pedagógicas, que le permitieron, como a Fray Gerundio, ahorcar los libros y meterse a predicador, y que le permiten hablar con aire de suficiencia de lo que no ha visto ni conoce; y aún también las licencias urbanas, por virtud de cuya posesión se siente el señor Soca autorizado para llamarme histrión y saltimbanqui, entre otras lindezas con las que me pone de vuelta y media, y aún de dos vueltas cumplidas, afrentándome por la torpeza de no haber sabido ser poeta lírico, como él, abochornándome públicamente por haber tenido la pretensión, despreciable para un poeta lírico, de tener una camisa limpia, y punzándome con los dardos de su ironía por haberme limitado a crearme, por mi propio trabajoso esfuerzo, una cultura y una personalidad social. Y la verdad es, lo confieso lleno de rubor, que para todo espíritu delicado y más o menos poético, es imperdonable que yo no abrazara con calor y perseverancia la profesión honrosa del dominó y del medio jarro y que haya preferido el camino vulgar de ser Médico y de ser Abogado para vivir con independencia una vida absurda de orden y de trabajo.
Claro es que no vale la pena de tomarlo a mal y de enfadarse con el licencioso señor Soca; y no hay que tomarlo a mal, en primer término, por venir la diatriba del señor Soca, y en segundo lugar porque por algo y para algo es el señor Soca, un pedazo de poeta lírico; y, si cuando escriba en prosa, no le permitimos el uso de sus licencias, va a escribir siempre en verso y estaremos expuestos cada semana a un IDEARIO SENTIMENTAL.
Y aún diré que me parece de perlas la semblanza; porque, aparte de que no contiene palabra de verdad ni trazo exacto, y lo mismo puede ser aquel mi retrato del preste Juan, el señor Soca podrá anotar en el glorioso libro de sus méritos el de haberme retratado como Sancho retrató a Dulcinea, sin haberla visto más que de oídas. El señor soca, como Poeta lírico, pertenece a todos los tiempos; pero yo, que no lo soy, no soy tampoco del tiempo del señor Soca, aunque él lo diga para envanecerme; cuando yo era un hombrecito, el señor Soca estaba en la lactancia; y hoy, yo soy un señor respetable, machucho y cuarentón y el señor Soca es un pollo de los de para con tomate, tierno e implume.
El señor Soca no me ha visto más que una vez; hablamos; yo dos palabras; él una y media.
-Con tan escasos elementos de observación y estudio, nadie que no sea poeta lírico puede hacer una semblanza. ?
Al señor Soca le han bastado, porque él es poeta lírico.
Así ha salido ello.
Baldomero Montoya. Madrid-Agosto de 1920
Año IX, nº 437 (15 de agosto de 1920)
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