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OTROS SILFOS Y DRÍADES
17.06.20 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros
El invierno se despide con una lluvia tediosa e insistente que corta la tarde y deja esmerilado con gotas recalcitrantes el viejo cristal de la ventana que al contacto con el calor interior de la habitación empaña con húmedo vaho la parte superior, cual si de una orla de visillos translúcidos se tratara.
El temporal persistente desde hace doce o catorce días perfora la resistencia del alma y acerca el ánimo al sumidero de la desconfianza por temor a olvidar la luz del sol. Y no es que la luz solar se pueda postergar a la primera inquietud que lacere la enérgica confianza de la entereza sin ningún esfuerzo ni estímulo por su parte.
En esa inquietud, nada más confortante que recordar el sosiego melodioso de las verdes brisas perladas con la escala sonora del trino luminoso del ruiseñor entre los visos nimbados de las frondas. Pero la humedad difumina los recuerdos que junto al agua se van por los arroyos del sentimiento donde se hunden y desaparecen sin ninguna explicación.
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