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Patio Porticado
12.06.20 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
La calle que lleva por nombre San Juan de Dios no corresponde a la orden hospitalaria pero sí dominica cuyo inmueble, tras la desamortización, pudo salvarse del nefasto derribo para su conversión en otra plaza pública a modo y semejanza de la conventualidad de San Martín, hoy Plaza de España.
El otrora Hospital de Beneficencia Particular de Cabra tendría ahora nueva sede y dirección representada por las Hijas de la Caridad que prestarían servicio hasta 1966 tomando el testigo, temporalmente, las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Natividad.
Los fines fundacionales ya no se podían cumplir dado que la seguridad social -la paternidad sanitaria socialista quedaría en entredicho- había absorbido los mismos, los ingresos eran insuficientes y el estado del edificio más que ruinoso por lo que el patronato propuso transferir este bien situado en un lugar céntrico de la ciudad de cara al complejo sanitario previsto para Cabra en el entonces Plan de Desarrollo Económico-Social.
Pero nadie estaba por la labor. Se buscaban fórmulas y todas fracasaban mientras el inmueble, que tenía la configuración propia de su antiguo uso, es decir, un gran patio central a modo de claustro en torno al cual se desarrollaba las dependencias en altura de dos plantas sobre rasante y construcción de tapial y ladrillo en muros más viguerías de madera y cañizo en techos, contaba los días para su eliminación de la fisionomía urbana egabrense y más cuando el consistorio acordaba que, el hoy Hospital Infanta Margarita, estaría enclavado en terrenos del Aradillo.
Era 1972 y la vetusta finca conventual ya había sido formalmente declarada en ruina inminente. El alcalde López Peña, conocedor de derribos ruinosos pero por fortuna no personales, no quería una tragedia como la acontecida entonces en el Fuencarral madrileño. Con unas arcas más que exiguas, llamó a puertas pero de nuevo nadie estaba por la labor. Pese a los apuntalamientos, hubo que formalizar el desalojo y proceder a demoliciones puntuales aun cuando la joya arquitectónica hubiera sido reconocida por la Dirección General de Sanidad: "los móviles de estética y sentimentalismo que mueven a la conservación del patio porticado, aconsejan su incorporación decidida al futuro Establecimiento".
Pero no pudo ser. Las bases de las columnas fallaban provocando sensibles inclinaciones anulando así toda capacidad de carga. Era ya técnicamente imposible frenar tanta inestabilidad. Y pasó lo que tuvo que pasar. Menos mal que, para el recuerdo, quedarían alguna que otra columna en la Plaza Juan Soca y su fuente en el Paseo Alcántara Romero.
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