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Encuentro de antiguo alumnado del Instituto Aguilar y Eslava
06.12.19 - Escrito por: Francisco Aguilar Osuna
El pasado 30 de noviembre, cuarenta exalumnos de la Promoción 1991-1995 del Instituto "Aguilar y Eslava", de Cabra y Doña Mencía, nos reunimos en el centro para celebrar los casi veintincinco años de nuestra graduación, gracias a la iniciativa y al contagioso entusiasmo de Nana Luque, Kiko Calvillo, y del incombustible Manuel Chacón.
Tras la bienvenida de los organizadores y de las emocionadas y emocionantes palabras de los profesores Manuela Gálvez, José Miguel Paneque y Armando Martín, volvimos a recorrer con curiosidad las cambiadas clases, departamentos, laboratorios, y los pasillos por los que deambulábamos cuando aún éramos incipientes proyectos vitales, con el vértigo de todo el futuro por delante y sin más límite ni techo que nuestros propios deseos.
Como dijo Manuel Chacón, hoy profesor del centro, nuestro acto podría considerarse casi revolucionario, puesto que no deja de ser excepcional que en estos tiempos de sociedad líquida de la que nos hablaba Bauman, en la que la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los lazos humanos, quisiéramos congregarnos, tantos años después, en torno a lo que nos une. Y eso que nos une no es otra cosa que nuestra propia memoria colectiva: la de profesores, compañeros, exámenes, excursiones, primeros amores y desamores, viaje de estudios, selectividad, fiestas, y tantas anécdotas y experiencias iniciáticas vividas en muy corto espacio de tiempo, pero con la intensidad que solo proporcionan los diecipocos años.
Personalmente no soy muy del gusto de este tipo de eventos, partidario siempre de cerrar etapas y de no mirar mucho para atrás, por lo que confieso que acudí casi a rastras. Sin embargo, me vi rápidamente desarmado por el cariño y la cercanía de todas y todos, y por unos recuerdos que inexorablemente traspasan por muchas corazas que esté uno dispuesto a ponerse.
Fue un día para el reencuentro con amigos y compañeros de los que dejamos de tener noticia, con algunos a los que ya apenas saludábamos por la calle y con otros con los que pudimos retomar el trato que habíamos perdido hace años, en algún caso absurdamente demasiados. Ya solo por eso mereció mucho la pena.
Decía Ortega y Gasset que recordar es volver a pasar por el corazón, y éste latió con fuerza ese sábado en el que, más allá de indagar en los avatares personales y profesionales de cada uno, y de contraponer lo que somos y lo que quisimos ser, tomamos conciencia de la suficiencia de los afectos y nos reconocimos, finalmente, como episodios fundamentales e insustituibles de la historia de los demás.
Tras una estupenda comida de convivencia en el Círculo de la Amistad y a altas horas, entre música y copas, concluimos una pletórica jornada con la alegría de haber participado en la misma, sintiendo muy presentes a los que queriendo no pudieron estar, y con el firme compromiso de emplazarnos para un nuevo encuentro en el que volver a celebrar la vida.
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