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Denuncias de Sacristía

12.11.08 EPOPEYA - Escrito por: Eduardo Luna

Hace 25 días……

La tarde se debatía entre que poner o no poner en la portada del diario al día siguiente con la única intención de satisfacer la sed de morbo que tenían los lectores que asiduamente consumían las páginas del Good Morning. El tema de Jason Jagger era atractivo, voraz, embriagador, tenía algo de novela negra y un punto de sarcasmo literario que invadía todas mis opciones. Al final, después de una larga deliberación entre café y cigarrillos, Jason Jagger y sus actos corruptos abrirían el diario aquel jueves fatídico para la televisión porque eran sólo el postre de nuestra noticia.
Jagger era el máximo responsable de los grandes almacenes de la ciudad, un tipo robusto, calvo y con una imagen destructora e impoluta que inundaba de odio cualquier conversación que alguien tuviera con él. A modo de conclusión, era un ser detestable. Llegó hasta mí, el rumor de que estaba acosando sexualmente a una joven empleada que sólo llevaba en la empresa quince días.

El nombre de la chica es, Sara Gordon, sus padres dirigen una pequeña empresa de licores en el barrio de Jagger y entró recomendada por él mismo. Cuando sonó el teléfono en mi apartamento no pensé ni un solo segundo que aquella chica iba a contarme todas las humillaciones que sufría por parte del gran jefe como lo llamaban cariñosamente los grupos mafiosos de la ciudad. Fue una llamada de teléfono fugaz y una cita a ciegas en el Café de Rose, cerca de la redacción. Sara, con los dientes apretados, hablaba a través de sus lágrimas, que surcaban sus mejillas y esquivaban unas simpáticas pecas que decoraban la tristeza de su rostro. La chica me contaba que Jagger la acosaba en la caja registradora, en los probadores dónde la mujer desnuda su fragilidad y su cartera, en la puertas abatibles de la entrada, en el café de cada mañana, en el olor del desodorante que usaba mientras lloraba frente al espejo pensando que tenía que enfrentarse a su monstruo particular. Sara llevaba colgado en el cuello un rosario de plata desgastado por el tiempo. En ese momento dónde su desahogo se hacía invisible, me contó que no había denunciado la situación ante los medios de comunicación ni ante la policía. Me dijo que cada día, camino de casa, hacía parada en la iglesia de Santa María, una antigua capilla reconstruida para acoger a ancianos abandonados. Allí, el sacerdote de turno la escuchaba antes de comenzar la misa y mientras rezaba lloraba y contaba, lloraba y contaba, denunciaba su calvario porque no veía salida. Jagger sin duda era un ser repugnante. Sara Gordon, no quería perjudicar a sus padres y tampoco quería perjudicar su puesto de trabajo. Sin remedio tuvo que ser así, el sacerdote con el que se entrevistó la última vez le dijo que denunciara su caso de inmediato, a través de la prensa o ante la policía, la sacristía era lugar para buscar la esperanza pero no para acabar con la injusticia que sufría por parte de aquella bestia demoledora que tenía en su dedo el poder de humillar sin reparo a cualquier persona. La portada de ese jueves impactó a la ciudadanía, “Jagger, acosador sexual”. La foto era única, la mano de Jagger en la falda de Sara y ella miraba hacia atrás mientras caía una lágrima oscura por sus ojos verdes e inconfundibles. Se hizo justicia, aunque este tipo tenía una trayectoria impecable, mantenía a los trabajadores con contratos basura, fue acusado en el juicio posterior de mobbing, tráfico de influencias, negligencia moral. Dimos con la horma de su zapato. Jason Jagger desapareció del espectro social de la ciudad, o al menos eso decían las lenguas desgastadas por la envidia. Lo despidieron en una cena organizada en su honor en la mansión de los propietarios de los grandes almacenes. Sara Gordon, ha iniciado los trámites para ingresar en un convento de monjas en la capilla de Santa María dónde hacía cada tarde sus íntimas denuncias de sacristía.
Ella piensa que su trayectoria en el mundo social de la ciudad fue suficiente. Ha llegado a mis oídos que Jagger vive desahuciado en los bajos fondos de Epopeya e incluso allí mantiene su falta de honestidad y su maldad representada a solas con la ceguera.
Bajaré próximamente a Epopeya, espero, sin duda, encontrarlo allí sólo, acosado por la desdicha. Sólo, roto y sólo.

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