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La clave está en el ahorro
10.11.08 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes
Tiempos de crisis, tiempos de cambio. El sistema económico y financiero camina por derroteros que suelen ser complejos para los ciudadanos de a pie, mientras que políticos, banqueros, empresarios y analistas siguen diciéndonos que todo se dirige hacia una cambio radical en la estructura y en la forma.
En el fondo de la situación, al margen de la internacionalización de la crisis y sus consecuencias o de la caida del imperio del ladrillo, hay una cuestión que me parece significativa. Hemos gastado desaforadamente, incluso más de lo que ganamos. Y si no había dinero en la cartilla del banco o en la talega del cajón, a pedirlo prestado. Luego llegaba la hora de pagar los préstamos o las tarjetas y si no teníamos bastante, pues a pedir otro.
Así, mientras fueron bien las cosas, el círculo se cuadraba cada més y los apuros, con el dinero de plástico y los anuncios de la tele para pedir más dinero, se pasaban mal que bien.
Pero llegaron las vacas flacas. Y al contrario de lo que les pasaba a nuestros abuelos, que guardaban por si las moscas...., los graneros no sólo están vacíos sino que no tienen ni para mantenerse. Comienza pues, la cuesta arriba que se presenta dura y compleja.
Lógicamente si el desempleo no creciera o si no se cerrara el grifo, la cosa podría medio sostenerse. El paro crece, las ventas bajan, el sistema se resquebraja, todo cambia. La confianza tiembla.
Con todas estas situaciones, mientras los gobiernos se reúnen para ver qué hacer y como afrontar un nuevo planteamiento financiero, al ciudadano le toca también mover ficha.
Para quién pueda, lo mejor es la fórmula de siempre: ahorrar. Lo que pasa es que si se guarda y no se gasta, aunque sea poco, se para el carro. Y eso tampoco es bueno. De ahí que entre otras cosas, habrá que fomentar el ahorro a la vez que impulsar el consumo.
La paradoja está servida, pero seguro que si hubiéramos ahorrado algo en los tiempos en que se ganaba mucho, ahora tendríamos ese nidillo donde recurrir para mantener la cosa.
Por poner un ejemplo: seguro que con lo que va a costar en seguridad, desplazamientos, montaje, etc. la reunión de Washington, se podrían ayudar a los millones de desfavorecidos que pasan, qué digo pasan: que mueren de hambre. Y para hablar de cómo cambiarlo todo, que se utilicen los mecanismos e instituciones que estamos pagando todos: banco mundial; parlamentos de autonomías, estados y continentes; asambleas internacionales; fondo monetario, y un largo etcétera que cuesta millones de unidades que ahora, resultan imprescindibles para muchos.
Ahorren, si pueden. Gasten, con moderación. Matengamos entre todos el sistema y obliguemos a los responsables a que se dejen de pamplinas y hagan las cosas como hay que hacerlas.
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