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Las tardes de otoño
08.11.08 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Son las tardes de otoño. Tardes que invitan a la reflexión, a la tertulia entre amigos. Tardes donde una taza de café sirve de preámbulo a una distendida y siempre amable conversación. Tardes de lluvia, en las que caen chuzos que refrescan unas calles hastiadas de una calor que la atormentó meses atrás. Unas tardes que poco a poco pasan y que pasan tan poco a poco que a veces es bueno empezarlas ya en el mediodía, para que nunca acabe un periodo en el que el cielo se aploma, y deja caer sobre nuestras cabezas la evidente falta de luz, la necesaria asistencia de energía eléctrica, la suficiente carga crítica como para sentarse en un Café cualquiera del pueblo. Y observarlo.
Y con la observación, disfrutar. Con la experiencia con la que lentamente empolvamos los años de nuestra vida, vemos las cosas pasar. Y algunas nos asombran. Otras no tanto. Muchas nos dececepcionan. Muchas aún más. Son tardes de melancolía, en la que puedes confundir al café con el Cutty Surk, y engañar a un organismo que te empiece a pedir guerra en vez de tanta paz. Son tardes en las que ves cómo tu pueblo evoluciona, o involuciona, en el peor de los casos.
Entonces encoges de hombros, piensas que nada cambia, que las instituciones que intentar gobernarte la vida siempre toman las decisiones con el mismo cariz, con el del error y la confusión. Todo se transforma, pero mantiene la misma tipología cutre e ineficaz. Da igual impreso o virtual. Aquello que está falto de talento nunca lo encontrará, a pesar de los naufragios intelectuales de quien no encuentra asiento para sus inamovibles opiniones. Sírvase esta opinión para partidos políticos, instituciones, equipos de fútbol, sindicatos y hasta medios de comunicación.
Son esas tardes otoñales, cuando la tertulia entre amigos te invita a pensar, debatir y reflexionar, cuando te das cuenta qué importante es estar en un grupo que te permite pensar, dialogar y escribir en libertad.
Y serán muchas las tardes de otoño las que nos encontraremos, queridos lectores, en La Opinión de Cabra.
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