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Un partido de pádel
08.10.08 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Un partido de pádel presenta, por lo general, un cuerpo a cuerpo entre dos parejas que, a base de pelotazos, intentan minar la resistencia del rival para poder ganar el encuentro.
A veces, explotando los puntos fuertes de la pareja, otras veces, aprovechando los puntos débiles del contrario, lo cierto es que siempre resulta ganador el que mejor sepa aprovechar ese estrecho margen que surge del cómputo de pelotazos ganadores y de errores contrarios. Quien administre mejor esa ventaja, vencerá un partido donde la red arbitra, de forma severa, justa y objetiva, qué pareja resulta la vencedora.
Lo triste es cuando las reglas e incluso el objeto y la forma de practicar este juego en concreto se trasladan a otras esferas de la vida, dígase la política. Y qué quieren que les diga, eso de pasarse la bola, de la forma más rastrera posible, a base de fuertes pelotazos y golpes bajos, para intentar hacer el mayor daño posible al rival es algo que cada día más podemos ver en nuestros plenos. Y con una particularidad, que es que en la política, y en los tiempos que corren, a nuestros gobernantes les ocurre como a los malos tenistas, que sólo ganan cuando se enfrentan a alguien que comete más errores que él, que incapaz de dar golpes ganadores, sólo espera que la justiciera red sea la que dirima la suerte.
Estoy harto de ver cómo en el Pleno Municipal se repite de forma constante la situación que les comento, y en el Congreso de los Diputados, ídem de lo mismo. Y en los Plenos de las Diputaciones Provinciales, igual. Sólo el Parlamento de Andalucía, con nuestra particular Chavescracia, puede, quizás, desprenderse de esta genérica forma de comportamiento, ya que el aparato casi ni lo permite.
Ahí queda la reflexión, y yo que sólo quería, con el artículo, apostar por mi amigo Mateo como próximo ganador del I Torneo de Pádel que, este fin de semana, organiza la Archicofradía de Jesús Preso...
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