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El Caballero del Bosque y la sima de Cabra

08.12.16 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello

Fue el Caballero del Bosque, también llamado de la Selva o de los Espejos (debido a llevar una capa con aplicaciones de este material), el que inmortaliza la sima de Cabra en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Cervantes pone en él las palabras: "Otra vez me dijo que me precipitase y sumiese en la sima de Cabra, peligro inaudito y temeroso, y que le trujese particular relación de lo que en aquella escura profundidad se encierra". Así lo contaba el Caballero del Bosque a don Quijote cuando se encontraron en la penumbra de un lugar de altos y sombrosos árboles. El precipitarse y sumirse en la sima de Cabra era uno de los diversos peligros en que le ponía su enamorada la sin par Casildea de Vandalia, prometiéndole al término de cada uno de ellos que en el fin del siguiente llegaría el de su esperanza.

Hasta aquel sitio de altos y sombrosos árboles habían llegado el ingenioso hidalgo y su escudero Sancho Panza la noche que siguió al día en el que se encontraron con una carreta llena de personajes raros, que no eran otros que actores de una compañía de teatro que por la mañana representaron Las Cortes de la Muerte y por tener que hacer otra representación esa misma tarde en un caserío cercano decidieron no cambiarse los disfraces.

En la nocturnidad de aquel lugar, don Quijote y su escudero tuvieron un largo coloquio tras el cual Sancho se quedó dormido y don Quijote dormitando, pero por poco espacio, puesto que le despertó un ruido que sintió a sus espaldas, producido al quitarse las armas el Caballero del Bosque y dejarlas en el suelo, al tiempo que decía a su escudero: "apéate amigo y quita los frenos a los caballos, que a mi parecer este sitio abunda de yerba para ellos y del silencio y soledad que han menester mis amorosos pensamientos".

Este Caballero del Bosque no es otro que el bachiller Sansón Carrasco, quien, en un ardid tramado junto con el cura y el barbero, decide representar el papel de caballero andante con el único propósito de vencer a don Quijote y así, bajo las reglas de caballería, obligarlo a retirarse a su aldea para que pueda ser curado de su aparente locura. Tomé Cecial, vecino de Sancho, se ofreció para ser su escudero, y se puso una nariz postiza para que no lo reconocieran. Por su parte, el bachiller Sansón, armado de caballero, no se quitó la celada ni levantó la visera en ningún momento de la conversación con el hidalgo manchego.

Al oír don Quijote el ruido de las armas despertó a Sancho para decirle que tenían una nueva aventura, a lo que Sancho contestó: "Dios nos la dé buena". Y, efectivamente, así sucedió. En el contexto de esta aventura con el Caballero del Bosque es cuando se alude a la sima de Cabra. Don Quijote y Sancho escuchan con atención las lamentaciones del Caballero del Bosque hablando de su amor, Casildea de Vandalia, como la mujer más hermosa del orbe, y la que consume en continuas peregrinaciones y ásperos y duros trabajos a éste su cautivo caballero. Pero como oye que hablaban cerca de él cesa en sus quejas y pregunta: "¿Quién va? ¿Qué gente? ¿Es por ventura de la del número de los contentos, o la del de los afligidos?", a lo que don Quijote responde que de los afligidos. De esta forma se inicia los parlamentos entre los caballeros y sus escuderos. Contándose éstos sus vidas y aquellos sus amores.

El escudero del Caballero del Bosque y Sancho Panza se alejan y comienzan sus pláticas y discusiones, en uno de los capítulos más graciosos de la novela. El primero dirá que lo mejor es dejar de buscar aventuras y volver a sus hogares, mientras que Sancho afirma que servirá a su amo hasta que lleguen a Zaragoza. Al final, el sueño ata sus lenguas y se quedan dormidos.

En otro próximo lugar, donde la soledad y el sereno hacen compañía, sentados sobre la dura tierra, comienzan a contar sus amores el Caballero del Bosque y don Quijote, discutiendo sobre la belleza de sus respectivas damas. Casildea de Vandalia se llama así por tener el nombre de Casilda y ser de Andalucía, lo mismo que Dulcinea de Toboso era Aldonza Lorenzo.

Es en este pasaje de la inmortal obra, el Caballero del Bosque refiere los peligros en que se vio envuelto por su enamorada Casildea de Vandalia. Destaca entre ellos el haberle mandado a que fuese a desafiar a la famosa giganta de Sevilla llamada la Giralda, a la que venció; otra vez a tomar en peso las antiguas piedras de los Toros de Guisando ("empresa más para encomendarse a ganapanes que a caballeros"), los cuales pesó; la tercera aventura que relata a don Quijote es la de precipitarse y sumirse en la sima de Cabra, afirmando que se despeñó en la sima y sacó a luz lo escondido de su abismo. Todos estos peligros por complacer a su amada son pura invención del falso hidalgo para presumir de aventuras ante don Quijote.

En su diálogo, el Caballero del Bosque confiesa que de lo que se siente más satisfecho es de haber vencido al famoso caballero don Quijote de la Mancha y haberle hecho confesar que su Casildea es más hermosa que su Dulcinea. A lo que don Quijote dice que es imposible, puesto que él es don Quijote y nunca tal cosa ha sucedido. La discusión sube de tono y deciden zanjarla con sus armas. El Caballero del Bosque insiste en que el vencido ha de quedar a la voluntad del vencedor, acordando en realizar tan singular batalla cuando amanezca. La treta planificada por Sansón Carrasco, el cura y el barbero puede tener un desenlace feliz.

Al amanecer, y una vez puestas las celadas y las armas, despiertan a sus escuderos para que presencien la lucha; incluso don Quijote pide al caballero que levante la visera para verle el rostro, a lo que éste contesta: "tiempo le quedará para verlo". Sancho corre hacia don Quijote pidiéndole que lo ayude a subirse a un árbol para ver mejor el acontecimiento. El Caballero del Bosque comienza a correr hacia don Quijote, pero cuando ve que su rival está ayudando a Sancho a subirse al árbol se detiene a medio camino. Como don Quijote no se da cuenta de que se ha parado, comienza a galopar hacia el Caballero del Bosque y hace que se caiga al suelo. Sancho llega corriendo y don Quijote se apea de Rocinante, le quita el yelmo a su rival y descubre que es el bachiller Sansón Carrasco. Sancho le sugiere que hinque la espada. El otro escudero se les acerca, ahora sin la nariz fea, y les advierte que miren lo que hacen porque el caballero es Sansón Carrasco. Cuando Sancho le pregunta qué pasó con la nariz, el escudero le enseña que era una nariz postiza, y descubre que es su vecino y amigo Tomé Cecial. En esto, se despierta Sansón Carrasco y don Quijote le pone la punta de la espada en la cara y le exige que confiese que Dulcinea del Toboso es más bella que Casildea de Vandalia y que prometa presentarse ante ella y hacer su voluntad. También le manda a declarar que el caballero que venció no era don Quijote y añade que no cree que él sea en realidad Sansón Carrasco, por lo que Sancho también comienza a dudar de que el escudero sea Tomé Cecial. Sansón acepta todo y don Quijote lo ayuda a levantarse. El Caballero del Bosque y su escudero se van, y don Quijote y Sancho siguen por su camino a Zaragoza.

Esta es la aventura del Quijote que envuelve la nombrada sima de Cabra. Basado en ella, quien escribe realizó un guion dramático estrenado el pasado 17 de noviembre en el acto conmemorativo del cuarto centenario de la muerte de don Miguel de Cervantes, organizado por la asociación cultural Dionisio Alcalá Galiano, que contó con una interesante conferencia del académico y catedrático don Carlos Martínez Saw titulada Cervantes y América, además de la interpretación de varias piezas musicales del siglo XVII a cargo de Manuel Calahorro (órgano), Carmen Cantero (flauta) y Enrique Navas (clarinete). La lectura del guion El Caballero del Bosque y la sima de Cabra estuvo en las voces de Carmina Alcázar (Narrador), Francisco Moral (D. Quijote), Javier Sánchez (Sancho Panza), Antonio Suárez (Caballero del Bosque, Sansón Carrasco) y José Antonio García (su escudero, Tomé Cecial). Se celebró en el salón de actos de la Casa de la Cultura.

Este personaje, el bachiller Sansón Carrasco, al que le debemos el haber pronunciado el nombre de la sima de Cabra, inmortalizándola, lo describe Cervantes como bachiller por Salamanca, y que a pesar de llamarse Sansón era "no muy grande cuerpo, aunque muy gran socarrón; de color macilenta, pero de muy buen entendimiento; tendría hasta veinticuatro años, carirredondo, de nariz chata y de boca grande, señales todas de ser de condición maliciosa y amigo de donaires y de burlas".

Pero otro duelo ha de librar don Quijote por cuestiones amorosas, esta vez en Barcelona cuando paseaba por la playa "armado de todas sus armas". Hasta él llegó un caballero "armado asimismo de punta en blanco" que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente. El Caballero de la Blanca Luna le expuso que venía a contender con el famoso don Quijote de la Mancha y hacerle confesar que su dama es más hermosa que su Dulcinea del Toboso. Si así lo dijera excusaría su muerte, y si venciera en el desafío no quería otra satisfacción sino que dejara las armas y se retirase a su lugar durante de un año, sin buscar aventuras, sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego.

Don Quijote accede a la arrogancia del Caballero de la Blanca Luna y, ante el virrey de Cataluña, Antonio Moreno ("caballero rico y discreto") y un grupo de curiosos, celebran el combate: don Quijote y Rocinante terminan en la arena y el vencedor fue hacia él poniéndole la lanza sobre la visera para que confesase las condiciones del desafío. Don Quijote, con "voz debilitada y enferma" pronuncia estas palabras:

"Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra [...] Aprieta caballero la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra". El Caballero de la Blanca Luna responde que "viva en su entereza la fama de la hermosura de la señora Dulcinea del Toboso; que sólo me contento con que el gran don Quijote se retire a su casa un año, o hasta el tiempo que por mí lo fuere mandado, como concertamos antes de entrar en esta batalla".

El Caballero de la Blanca Luna, que no descubrió su rostro, no es otro que el bachiller Sansón Carrasco. Don Quijote regresa a su aldea y a los pocos días, melancólico y apesadumbrado por su derrota, muere. El bachiller, el que dijo haberse despeñado en la sima de Cabra y sacado a la luz lo escondido de su abismo, nos dejó el siguiente epitafio para la sepultura de Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente don Quijote de la Mancha:

"Yace aquí el hidalgo fuerte / que a tanto extremo llegó / de valiente, que se advierte / que la muerte no triunfó / de su vida con su muerte. / Tuvo a todo el mundo en poco, / fue el espantajo y el coco / del mundo, en tal coyuntura, / que acreditó su ventura / morir cuerdo y vivir loco".

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