|
EPOPEYA. Te imagino y amándote naufrago
21.10.08 EPOPEYA - Escrito por: Eduardo Luna
Nunca al mirar aquella foto pensé que el ser humano, envidioso, celoso, egoísta, adulador, traidor, despiadadamente perverso pudiera llegar a inmortalizar el amor de esa forma tan sublime. La foto colgaba un tanto envejecida por los años y el humo del tabaco de cientos de fumadores desautorizados en el bar de Harry. En decenas de ocasiones estuve por preguntarle quiénes eran, pero la verdad nunca tuve tiempo de endulzar un día de mi vida con una historia apasionante. Hasta que, una tarde de octubre, las luces de neón cegaban hasta el paladar de mis sentidos. No había noticias, la ciudad dormía tranquila, hasta la mafia había colgado las botas ese día. En la puerta del bar de Harry, una mujer mayor con unos ojos de niña de quince años quería dejarme pasar con mucha insistencia y le dije que no, que los caballeros sólo éramos caballeros para las damas de su talla. Me invitó a un café, un americano, siempre largo y negro como la vida de mis personajes. En la mesa, nunca me había fijado, había un corazón sin flecha, con dos nombres, Oliver y Jane, que rodeaban su dibujo enternecedor. Entonces ella, murmuraba y murmuraba mirándome a los ojos. Su voz era como un susurro, dulce, con un punto de dramática pero misteriosa. –Éramos nosotros, chico, Oliver y yo, la vida, el amar sin pautas ni reglas, el no preocuparse ni por nuestros criterios, el deshacerse con un beso sabor a menta, el morir imaginando que te quiero y te quiero más que a nada. –Supongo, ahora, que es usted la mujer de la foto que tiene Harry colgada encima de la máquina de café. – Si, soy yo y Oliver, ya ves, Romeo y Julieta eran principiantes en el amor e ignorantes de la pasión.
Nos amamos, nos amaremos en la eternidad sublime de una mirada, nos seguiremos mandando cartas de bienvenida a nuestros cuerpos cada noche. – Y él dónde está?, pregunté, y a Jane, se le estremeció el corazón y yo lo noté en sus ojos. –Se fue para esperarme sentado a ese lugar dónde el olvido es absurdo y la vida un traje echo a medida de tu tumba. –Pero, no pienses que soy infeliz o vivo con la soledad a mi lado. No, soy feliz porque me encontraré con él en un espacio dónde el amor nos hará jóvenes y volveremos a alimentarnos de nuestras sensaciones. –Lo recuerda a diario? Ella, se levantó de la silla para pedir un café más y me dijo, cada segundo agrava la espera de verlo cara a cara para naufragar juntos en el navío del amor. La foto, siempre está ahí porque le dije a Harry que cada día quería verlo sonreír en su ausencia mirando aquel marco sucio y oscurecido por el café y las frases escritas por detrás que lo hacían vivir a cada instante. Jane, suspiró al despedirse y me dejó claro que aún se puede amar sin barreras a lo imaginable, que las historias son como ríos, que se ama más allá del cuerpo y el alma dónde desembocan. Le pedí a Harry que me dejará el cuadro un momento y al darle la vuelta, leí con melancolía la frase que Oliver le escribió a Jane detrás de aquel retrato sonriente y embriagador en 1962. “Nunca pensé en amarte más que amarte quise siempre, Jane, te imagino y amándote naufrago”. Harry, le llamaba la foto de los amantes incorruptibles. Yo desde ese momento no tuve dudas, una historia que no acabará en las cloacas de esta fría existencia. Oliver y Jane, no morirán nunca, ni se secarán como las rosas que no vuelven a nacer. Oliver y Jane, son un cuento personal y anónimo que ronda los sueños de un vencido.
|
|
|
|
|
|