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Tangos para la Cuaresma
04.03.16 - Escrito por: Manuel Guerrero Cabrera
Quizá más de uno piense que el título de este artículo no tiene sentido, que es un oxímoron, que tango y Cuaresma son términos opuestos y que no hay modo de unirlos. No les faltaría razón en ello, porque, desde que el tango existe, su relación con el catolicismo no siempre ha sido tan buena como ahora.
Siempre se recuerda la anécdota de que los Papas Pío X y Pío XI quisieron comprobar de primera mano si el tango, el baile de moda por entonces, en las primeras décadas del siglo XX, y en continuo auge, era tan pecaminoso como se decía... En ambas ocasiones contó con la aprobación de los Papas que no vieron nada de inmoral en él.
El apogeo del tango hizo que de ser bailado únicamente por el pueblo pasara a ocupar los espacios ociosos de la alta sociedad, lo que le valió para que fuera vigilado durante las distintas dictaduras y gobiernos militares que tuvo Argentina, llegando al caso de eliminar el lunfardo y el voseo de las letras, tarea en la que se esforzó sin medida el católico Monseñor Gustavo Franceschi en los años cuarenta del siglo pasado.
Pero el tiempo pasa y ha hecho que un argentino sea Papa, de tal manera que para celebrar su cumpleaños en 2014 se eligiera el tango para celebrarlo e, incluso, le han compuesto varios tangos en su honor. Uno de ellos, con letra de Daniel Ursini, dice en su estribillo:
Hoy sos el Papa Francisco,
pero siempre serás Jorge,
el que imitando a Jesús
siempre anduvo con los pobres.
Sin duda, uno de los momentos más importantes de la justificación de fe es el sacramento de la eucaristía. «La novena» es un tango de 1933 con letra de Alfredo Bigeshi y música de Miguel Bonano, en el que se cuenta los momentos previos a la misa de una novena y lo que pasa durante su celebración (una vieja que llora por la pérdida de su hijo en la guerra). Llama la atención la primera parte, porque resulta un ejercicio costumbrista que muestra la sociedad cristiana de aquel tiempo:
Campanas de bronce,
las voces de Dios,
anunciando la Novena,
se oyen cual deber sagrado
con su toque acompasado,
de oración.
Viejitas y muchachas, desfilan hacia el templo,
consuelo de las almas, que descansan en paz.
Hilvanan un rosario de penas y recuerdos,
de hermanos, padres, novios que ya no volverán.
Los fieles de rodillas elevan hacia el cielo
plegarias a la Virgen y súplicas a Dios,
y, mientras en voz baja dicen avemarías,
el padre «sermonea» desde el Altar Mayor.
Con una pervivencia actual que nos abruma, encontramos «Si volviera Jesús», de Dante A. Linyera y Joaquín Mora, escrito en 1935. ¿No es la Cuaresma tiempo de conversión y de arrepentimiento? ¿Por qué el mundo no lo vive así y sigue empeñado en enfrentar a unos contra otros? En efecto, como se afirma en este tango, «Si volvieras, Jesús, / otra vez con tu cruz / tendrías que cargar».
Veinte siglos hace, pálido Jesús,
que miras al mundo clavado en tu cruz;
veinte siglos hace que en tu triste tierra
los locos mortales juegan a la guerra.
Sangre de odio y hambre vierte el egoísmo,
Caifás y Pilato gobiernan lo mismo
Y, si en este siglo de nuevo volvieras,
lo mismo que entonces Judas te vendiera.
[...]
La injusticia impera. ¿Dónde está el amor
que tú predicaste, dulce Redentor?
Magdalena vaga por los callejones
apedreada, hambrienta... Mandan las pasiones...
Ya todo se compra y todo se vende.
La inocencia sufre, nadie la comprende...
¡Qué razón tenías! ¡Qué razón que aterra!
¡Oh, Jesús, tu reino no era de la tierra!
También la Cuaresma es tiempo de reflexión y de unión entre cristianos. La ausencia de lo primero y la carencia de lo segundo nos hace vulnerables como creyentes, como familia de Jesús y del Padre. En el tango «Un mismo Dios» de Luis Derry y Vicente Florentino, se habla de lo absurdo de la guerra entre quienes tienen la misma fe, simplemente porque los gobernantes anteponen sus ambiciones a la paz de Cristo:
De qué sirven los ruegos y el llanto de las madres
si el hombre no ha sabido su Dios ya respetar...
Le admira por sublime, elogia sus bondades
y luego cruel lo burla en sus ansias de matar.
Tendido en la trinchera... deshecho... agonizando...
aprieta un crucifijo y eleva una oración...
y allá... en el otro bando, también muere un soldado,
se matan dos hermanos, ¡rezando a un mismo Dios!...
Para cerrar esta serie de tangos religiosos, no dejamos atrás Los diez mandamientos, un álbum que recoge en distintos temas composiciones inspiradas en los mandamientos de la Ley de Dios con letra de Roberto Lambertucci y música (¡ojo!) del gran maestro Osvaldo Fresedo y de Roberto Pansera. Del conjunto, escogemos la dedicada al tercer mandamiento: Santificarás las fiestas. Porque la Semana Santa es una celebración de la muerte y resurrección de Cristo...
Suelta en su son
las campanas llamando a oración
es domingo de paz y de amor
es la fiesta de Dios.
[...]
Respetando su eterno poder
todo el culto de gloria a su ser
se oye un coro de voces armoniosas
y un canto de esperanza
que está llegando alma.
Si lo injusto se rinde ante díos
y lo justo triunfa al fin,
dadnos tu luz, oh Señor.
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