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UN ARTÍCULO DE ANTONIO RAMÓN JIMÉNEZ MONTES
EL DÍA DE LA SIERRA - Escrito por:
Para nuestra ciudad, como para otros muchos lugares que conmemoran este día la festividad de su patrona, la celebración del 8 de septiembre es un día señalado en el calendario anual. En nuestro caso celebramos el Día de la Sierra, en el que tiene lugar la fiesta litúrgica de la Natividad de la Virgen María.
El día 8 de septiembre se celebra en Cabra desde hace mucho tiempo. Era una fecha destacada en el calendario de la población, no solo a nivel de fiesta o celebración religiosa, sino también en cuanto a usos y costumbres. En las ordenanzas de la Villa de Cabra del año 1593, encontramos, al referirse a los olivares la siguiente indicación: “Que qualquiera manada de ganado menor que entrare en los olivares, desde el día de Nuestra Señora de setienbre hasta que los molinos del azeyte se çierren…”.
Hasta prácticamente la primera mitad del siglo XX, la fiesta del Día de la Sierra, tenía lugar en el Santuario, meta a la que peregrinaban numerosos devotos llegados de otros tantos lugares de la comarca y provincia y en algunos casos, de otras limítrofes. La visita a la cueva de la Aparición de la Virgen era obligada una vez que se llegaba al Picacho, para luego venerar a la Madre de Dios por medio de la imagen milagrosa de Ntra. Sra. De la Sierra. Numerosas indulgencias fueron concedidas por diversos prelados a lo largo de la historia a quiénes rezaren ante esta Sagrada Imagen y el dato más significativo en este sentido es la indulgencia plenaria concedida por el Papa Clemente XI en 1716. En el dintel de la puerta que cierra la cueva podemos leer: “N.M.S.P. CLEMte XI CONCEDIÓ A LOS Q VISITAREN ESTA CVEVA EL DIA DE LA NATIVIDAD DE N.Sa. IDVGa. PLENARIA. A.D. 1716”. Una prerrogativa que sigue vigente, lo mismo que hay todavía devotos de la Virgen de la Sierra que visitan la cueva el día 8 de septiembre.
Cuando en aras a la recuperación de la devoción a la Virgen, la Archicofradía, impulsada por D. Manuel Mora Aguilar y su Junta de Gobierno, decide que las celebraciones del día de la Virgen tengan lugar en la ciudad, se intentó que quedara alguna convocatoria en el Santuario para los devotos naciendo así la Romería de Votos y Promesas. El 8 de septiembre pasaría entonces a celebrarse en la ciudad, con las celebraciones religiosas que más tarde se unirían a la feria, dando así lugar a la Feria y Fiestas de Septiembre más o menos como son en la actualidad. Durante el siglo XX el 8 de septiembre ha sido fiesta local excepto en alguno de los años del período de la II República, restableciéndose en 1934.
Para nosotros, el 8 de septiembre tiene una connotación especial que se añade a la conmemoración de la Natividad de la Virgen María. Por un lado nos encontramos con la veneración a una pequeña imagen de la Virgen Niña que se venera en la Capilla de las Franciscanas de la Natividad de María (Palacio) por parte de esta comunidad; una imagen de la Virgen en una cuna que resume iconográficamente todo el sentido litúrgico de la fiesta.
Y por otro, de manera festiva y multitudinaria, lo hace homenajeando a la Virgen de la Sierra, Patrona de la ciudad, no solo desde que en 1908, el Papa San Pío X, la reconociera de manera oficial, sino tras siglos de devoción que cuando menos llegan hasta el XIV. Así este año, al conmemorar el centenario de esta declaración pontificia, la Virgen de la Sierra no es por eso, ni más Reina ni más Patrona. Porque Ella es Reina y Patrona, aún sin títulos. Y lo es por ser la Madre de los egabrenses y de tantos devotos que se cobijan bajo su manto; que la veneran como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Que la miran como abogada e intercesora. Como Señora de la Montaña que espera desde el Picacho la oración y el homenaje sincero que sus hijos le profesan. Y que, cada septiembre, baja de su Santuario a Cabra para sentirse una mujer más en medio de nuestras vidas. Pero una mujer especial, sencilla y humilde que, reflejada en este antiguo icono que la representa como Madre de Dios, es la mujer del “hágase en mí según tu palabra” que siendo elegida, acepta convertirse en Madre por vocación. Una elección que nos permite observar que María, esta Aurora radiante que nos mira desde la Sierra, precediendo al Sol de Justicia, es una mujer decidida y segura de su Señor, que se une al ideal de su Hijo por una libre elección: su fe la santifica, no su servidumbre.
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