|
UN ARTÍCULO DE MANUEL VÁZQUEZ BONILLA: EL MEJOR OBSEQUIO
ARCHIVO DE LA OPINIÓN - Escrito por:
Cuando escribo estas líneas apenas faltan unos días para que la Divina Serrana entre en la ciudad. Sus habitantes se aprestan jubilosos, llenos de gozo, a dispensarle la más entusiasta y cariñosa de las bienvenidas. Todos, chicos y grandes, ancianos y niños, jóvenes y madres de familia, cada uno a su modo, se afanan en los preparativos para recibir triunfal y dignamente a su Madre y Patrona.
Llegará el anochecer del próximo día 4 y entonces se repetirá, como el año pasado, como el anterior y como siempre, esa explosión de amor popular hacia Ella, de ese amor filial íntimamente sentido durante todo el año, que salta incontenible a la calle traducido en aclamaciones incesantes, vítores, súplicas, piropos y lágrimas al contemplar de nuevo la dulce mirada, la suave sonrisa de la Celestial Remediadora.
Como egabrense ese espectáculo verdaderamente hermoso, que quiero aceptar como prueba indiscutible del amor mariano de nuestro pueblo, no puede por menos de satisfacerme y llenarme de orgullo. Más también hay algo, a la vez, que ensombrece y empaña ese sentimiento de alegría. Es el pensamiento de que todo aquello pueda ser en algunos, mera exterioridad y no verdadera devoción. No te ofendas, lector, con lo que digo; también esta duda la dicta mi amor de hijo de la Paloma Blanca.
No tienen estos modestos y sencillos renglones otro objetivo, otra intención, que de ser un toque de atención, una llamada a la conciencia, un clarinazo que nos haga detenernos un instante, en esta continua agitación de la vida presente, a reflexionar si realmente los entusiastas vítores, las encendidas aclamaciones, acaso las lágrimas del día de la llegada de nuestra Patrona, son un testimonio externo de auténtica y sentida devoción a MARÍA, como debe ser, o simplemente un momentáneo arrebato de sentimentalismo vacío de contenido. Si ocurriese esto último, es decir si eso que se ve y se manifiesta por fuera no respondiese a lo interior y nuestra vida – en algún sentido- no se ajustase a lo que debe ser la de un sincero y fiel devoto de la Virgen, hemos de rectificar lo que sea preciso de tal manera que cuando el día 8 vayamos a felicitar a la Señora en su Parroquia, al contemplarla en nuestras calles o al acompañarla en su triunfal recorrido, podamos ofrecerle, como el mejor obsequio, el que más vale porque es el que más cuesta: la rectificación y la enmienda de aquello – lo que sea; tú, yo, cada uno lo sabemos y Ella también- que en nuestra vida no se ajusta plenamente al glorioso título del que tanto nos ufanamos, y con razón, de hijos y devotos de la Virgen de la Sierra.
V.
|
|
|
|
|
|