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"Poesías" del licenciado D. Luis Herrera y Robles (Sevilla, 1872)

23.12.15 - Escrito por: Biblioteca histórica Aguilar y Eslava

Cuando el presbítero D. Luis Herrera y Robles publicó sus Poesías (Sevilla, Imprenta de Francisco Álvarez y C.ª, 1872) era catedrático propietario por oposición de Retórica y Poética en el Instituto de 2.ª Enseñanza de Cabra. El ejemplar que forma parte de la Biblioteca Histórica Aguilar y Eslava, y que traemos como Libro de la Semana, contiene manuscrita una dedicatoria del autor: "A mi querido amigo D. Rafael Lama y Leña, Licenciado en Filosofía y Letras, en testimonio de verdadero aprecio", por lo que imaginamos que sería el Sr. Lama quien donó la obra de Herrera a la Biblioteca.

En sus primeras páginas encontramos un prólogo o juicio crítico de estas poesías realizado por el ilustrísimo señor doctor José Fernández-Espino, catedrático por oposición de Literatura en la Universidad de Sevilla, director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y exdirector general de Instrucción pública. Fernández-Espino (1816-1875) fue discípulo y colaborador de Alberto Lista en el Colegio de Humanidades de San Diego, donde explicó lógica y metafísica. La faceta poética del prologuista se decantaría progresivamente por el cultivo de la crítica desde su cátedra de estética en la Universidad de Sevilla. Los últimos años de su vida estuvieron consagrados en la redacción de un extenso y ambicioso "Curso histórico-crítico de la literatura española", cuyo único volumen publicado (Sevilla, 1871) comprende hasta la novelística cervantina. Así, pues, sus comentarios resultan altamente significativos para apreciar la calidad literaria del poeta.

Para Fernández-Espino, el espíritu dominante en los versos es el religioso, justificándolo en que D. Luis Herrera ha sido "amamantado en las sublimes y consoladoras doctrinas de la religión católica, a ellas debe su principal inspiración: su corazón, su inteligencia, su fantasía viven en las hermosas regiones de la fe, y ésta arranca a su plectro torrentes de poéticas armonías". Abre su poemario un soneto a la Santísima Virgen, en el que queda de manifiesto que a Ella, "Reina de vírgenes sagrada", dedica los cantos que salen de su humilde cítara; así se deja traslucir en los tercetos del soneto:

"A Ti consagro con ferviente anhelo
humilde el eco de mi pobre lira,
errante peregrino de este suelo:

Tú eres el numen que mi canto inspira,
Tú mi amparo y dulcísimo consuelo,
por quien mi amante corazón suspira".

La Virgen es para Herrera, como dice su crítico, el "faro luminoso que le guía en el proceloso mar de la vida, y el aliento que le inspira en sus creaciones", añadiendo que el misticismo del vate se dirige, en su oda "El alma en la soledad", a imitaciones del Cantar de los Cantares de San Juan de la Cruz, precisando que esta composición es una preciosa muestra de la poesía que trata de la vida espiritual y contemplativa y del conocimiento. Fernández-Espino indica que debemos ver en ella "a la Esposa, no en el campo, no buscando al Esposo por montes y collados, como en el poeta santo referido, sino en el retiro del claustro, unida a su Dios, pensando en Él, gozando en eterna primavera de ventura sus castos y purísimos amores: así, lleno el espíritu del poeta de ese ideal contenido, exclama:

¡Oh soledad dichosa,
dulce refugio para el alma pura,
do en calma deliciosa,
la paz y la ventura
a torrentes derraman su dulzura!

Feliz la que apartada
del mundanal bullicio licencioso,
en tu amable morada,
con su adorado Esposo,
vive en éxtasis puro y misterioso".

Desde luego, los ecos del patrono de los poetas en lengua española y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos junto a Teresa de Cepeda y Ahumada (Santa Teresa de Jesús) resultan evidentes; pero igualmente suenan a influencias de los escritores, religiosos agustinos, fray Luis de León y fray Pedro Malón de Chaide. Además de la llama mística, arde en el corazón de Herrera la llama del patriotismo. Así lo hace ostensible en A España el 22 de junio de 1866, una oda de 200 versos fechada en Sevilla el mismo mes y año de referencia. Estaríamos, por tanto, ante el hecho ocurrido cuando un grupo de sargentos del cuartel de San Gil intentaron una sublevación fallida contra la monarquía de Isabel II. La exaltación lírica se inicia con una cita de Manuel José Quintana y finaliza con la siguiente estrofa:

"¡Oh!, si del patrio amor la llama pura
arde en vuestras entrañas, españoles,
y ansiáis salvar nuestra querida Patria
de eterno oprobio y servidumbre dura,
que el lazo fraternal, que invictos hace
en su defensa a los heroicos pueblos,
vuestras almas magnánimas enlace:
Que unidos siempre el universo os vea,
y "Patria y Religión" el grito sea".

La sublevación del cuartel de San Gil o "sargentada" fue un preludio de la "La Gloriosa", el movimiento revolucionario que expulsó de España a la reina Isabel II en 1868. Precisamente con el título de La Gloriosa localizamos un soneto en la colección, que termina con el endecasílabo: "Ese monstruo infernal es La Gloriosa"; verso que declara su pensamiento sobre este hecho histórico.

Hay un poema titulado A Silio, Marcio y Ennio, fechado en Cabra en 1867, el mismo año que ocupa su cátedra por oposición de Retórica y Poética en el Instituto, en el que sus octosílabos están impregnados de una gran melancolía por su tierra. Aquí, en la ilustre villa de Egabro parece que se encuentra desterrado. El cambio de Sevilla a Cabra debió estar colmado de añoranzas. Unas añoranzas que nos recuerda el soneto A Córdoba de Góngora, escrito desde Granada, donde se trasluce con mucha fuerza su sentimiento personal lleno de nostalgia.

Herrera súplica diversas cosas a los poetas latinos: A Silio, que lleve su voz a la orilla del mar de Gades; a Marcio, que cante "a la Virgen sin mancilla", y a Ennio, que salude a la patria suya, "a Sevilla la gloriosa, / a mi adorada Sevilla". En esta situación emotiva pide su última voluntad en la estrofa que cierra el poema:

"Dile que si en tierra extraña
se extingue mi triste vida,
conceda en su patrio suelo
tumba humilde a mis cenizas".

Otros títulos son la oda premiada con la lira de plata en el Certamen Poético celebrado en Lérida en 1867, titulada A Nuestra Señora de la Antigua en Sevilla, ofrendado a su madre. Su crítico y prologuista, Fernández-Espino, es el destinatario de un soneto elogioso. También pone un epitafio al sepulcro del licenciado D. Juan Valdelvira, catedrático que fue del Instituto de Cabra, en el que implora "el galardón del cielo" a su virtud.

Un apartado de poesías latinas reflejan la educación literaria del presbítero en los clásicos. Antes de su lectura se justifica: "Bien conozco que serán muchos los lectores que, no versados en el idioma del Lacio, no podrán entender estas poesías; por lo cual inserto a continuación de cada una su traducción en verso castellano".

El tomo termina con un ensayo dramático: "La elección de estado", una comedia original, en tres actos y en verso, cuya acción transcurre en Sevilla en casa de D. Tomas. Trata sobre la necesidad de que los padres tengan en cuenta la vocación y deseos de los hijos, evitando los matrimonios de conveniencia que pueden marcar un destino infeliz en sus vidas. Bastante crítico es Fernández-Espino con el texto teatral: "El autor no asiste a las representaciones escénicas, y esto trae la dificultad, tal vez invencible, de no conocerse con seguridad los medios que pueden emplearse acertadamente, para interesar y mover el corazón", aunque si el lector no encuentra los efectos de la experiencia, señala, "aparecen a cada paso los del gusto, la sensibilidad y el ingenio". La decoración donde se desarrolla la acción es igual para los tres actos: "Salón lujosamente amueblado: puerta en el foro, que comunica con la de la calle, y laterales de las habitaciones interiores", según la acotación.

En la producción literaria de Herrera Robles destaca su traducción en verso castellano de La Eneida de Publio Virgilio Marón, la epopeya latina escrita en el siglo I aC. por encargo del emperador Augusto con el fin de glorificar el Imperio, atribuyéndole un origen mítico. Virgilio elaboró una reescritura, más que una continuación, de los poemas homéricos tomando como punto de partida la guerra de Troya y la destrucción de esa ciudad, y presentando la fundación de Roma a la manera de los mitos griegos. La traducción cuenta con un prólogo de don Juan Valera en el que alaba el trabajo del presbítero. Está editada en Sevilla en 1898.

De la figura de D. Luis Herrera y Robles puede deducirse que atendió más a su vocación lírica que a la llamada del ministerio religioso. De ella se hacen eco Ramona Núñez Quintana en un artículo que publica en El Paseo Cultural (Ayuntamiento de Cabra y Diputación de Córdoba, junio 2004), y la Fundación Aguilar y Eslava, en su página web. El pasado 11 de diciembre, y dentro de los actos del Día de la Purísima programados por el Patronato de la Fundación Aguilar y Eslava, hubo un reconocimiento a su labor en el acto académico celebrado, esbozando el presidente del Patronato, Salvador Guzmán Moral, una semblanza del antiguo director del Centro educativo. Del discurso entresacamos estos datos biográficos:

Nació el 21 de mayo de 1838 en Sevilla. Desde 1855 a 1862, cursa todas las materias de 2.ª enseñanza en el Instituto de Sevilla, que después se llamaría San Isidoro, obteniendo el grado de Bachiller en Artes. Entre 1864 y 1867 alcanzará el grado de Bachiller en Filosofía y Letras y el grado en Bachiller en Teología en la Universidad Literaria de Sevilla. Ese mismo año de 1867 accederá por oposición directa al cuerpo de Catedráticos Numerarios de Instituto. En 1868 se ordena sacerdote y, después de estar vinculado provisionalmente al Instituto de Osuna y al de Cáceres, llegaría definitivamente al Instituto de Cabra, como catedrático por oposición de Retórica y Poética. En 1869 termina la licenciatura en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla y en 1873 culmina sus estudios con el grado de Doctor. Durante 25 años está vinculado como docente al Instituto de Cabra, siendo director del Centro educativo y rector de su Colegio en tres ocasiones: de 1875 a 1883, de 1884 a 1886, y de 1891 a 1892. La gestión de don Luis Herrera elevó al Instituto-Colegio a uno de los periodos más importantes de su historia.

Es en 1892 cuando se traslada a Sevilla para ocupar la cátedra de Retórica y Poesía del Instituto de Sevilla y años más tarde, dar clase de Historia General de Literatura y Castellano. En la Memoria del curso 1907-1908 del Instituto San Isidoro de Sevilla (según la profesora Núñez en el artículo que hemos aludido anteriormente) se informa del fallecimiento del doctor D. Luis Herrera y Robles (27 de diciembre de 1907), y como elogio se transcribe un párrafo leído por D. Luis Montoto en la Academia Sevillana de las Buenas Letras: "D. Luis Herrera y Robles fue el último y glorioso resto de la antigua Escuela poética sevillana. Sus libros de poesía y su magistral traducción de la Eneida serán modelo dignos de imitación, mientras gustemos del habla de Castilla, de la pompa y majestad de esta, limpia como el oro y sonora como la plata, de la rotundidad del período y del ritmo musical del verso, que no es sino un eco débil de los cielos y los mundos".

Hemos localizado un ejemplar de "Poesías", de la misma edición que comentamos, en la Biblioteca Pública Municipal Juan Soca, con un sello de caucho que pone: "Donativo del Ayuntamiento a la Biblioteca Municipal".

BIBLIOTECA HISTÓRICA AGUILAR Y ESLAVA
Libro de la Semana:

Herrera y Robles, Luis (1838-1907)

Poesías del licenciado Luis Herrera y Robles.-- Sevilla : [s.n.], 1872 (Imp. de Francisco Alvarez y Cª)

XXXV, 280 p., [1] h. de lám. ; 21,00 x 15,00 cm.
Manuscrito: "A mi querido amigo D. Rafael Lama y Leña, Licenciado en Filosofía y Letras, en testimonio de verdadero aprecio. El autor"
XXXV (Prólogo José Fernández-Espino)
Hoja ilustración figura Luis Herrera
Enc. plasta blanda

Lugar: España -- Sevilla

Sig. Top.: 2768

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