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EPOPEYA. Maquillaje en blanco.
18.09.2008 - Escrito por: Eduardo Luna Arroyo
 El color de la noche era tan cruel como un oasis en el desierto. Era una visión cosmopolita del quehacer mundano de unas gentes gastadas, heridas, distorsionadas, quebradas por el rayo de sus problemas y doblegadas por el placer de sentirse queridas aunque sólo sea viendo al presentador del noticiario de las ocho en la cadena estatal. Así es la vida de Carrie Queen. Ella piensa, que su perro le ladra por lo bella que es y no cree jamás que sus ladridos como los de un vagabundo sean por hambre y desdicha. A ella la conocí una madrugada lluviosa antes de bajar a la estación. Yo salía y el destino quiso que Carrie tropezara y cayese justo a mis pies, mientras su mayordomo leía el letrero de la última edición de PlayBoy. Ella me miró a los ojos y vi en su mirada el reflejo de una piel desgastada por el maquillaje abrasador, un alma que retrocedía a su niñez en cada gesto, un blanco pidiendo auxilio para salir a la luz, una historia castigada por la imagen exterior. Sólo me dijo.- ¡!Apártese o es que no ve que no puedo pasar!!. Como un caballero la ayudé a levantarse y le di una tarjeta por si algún día deseaba concretar una entrevista a solas y contar su vida, la vida de una de las mujeres más ricas y más solas de la ciudad. Me miró con repugnancia y despreció incluso mi ayuda. Aquel gesto me motivó a seguir observándola. Era un prototipo de mujer imagen. Tiene cincuenta años y su piel parece la de una chica de veinte. La diferencia es que su piel huele a cosmética y la de una chica de veinte años huele a pasión y rebeldía.
Carrie llevaba toda su vida, intentando ser la bruja de Blancanieves pero en versión ciudad. Sus primeros maridos aún van a casa de vez en cuando a sacar al perro porque siente nostalgia de mirarse con dignidad en un espejo. Ha estado casada seis veces y todos los divorcios han sido provocados por la obsesión de vivir de espaldas a su alma. La imagen que representamos hoy, puede ser tergiversada de nuestra realidad más directa. Imagen, superficie, el ego, la avaricia, el dolor de sentirse acompañada contigo misma al mirarte sola al espejo del baño. La señora Queen sólo vivía para si misma, le preocupaba el olor del perfume que llevaba cada día, sin embargo no le preocupaba apagar la luz cada noche sin el calor de una persona cercana. En alguna ocasión, me contó con unas copas de más, sólo bebía champán francés, y algunas lágrimas blancas en sus mejillas que a veces le gustaría sentirse acompañada aunque sólo fuera por las gotas de orina que alguno de sus amantes dejaba en el water, antes de dejarla sola en la cama otra vez. Su arrogancia la hacía sentirse fuerte para enfrentarse a la sociedad. Ella no tomaba el té a las cinco, lo vomitaba. Todo el alimento que ingería al día era fibra y zumo de coco. Su despertador sonaba a la seis para poder salir con todos los detalles a la una. Su pelo moreno y sus ojos profundos, la hacían atractiva pero su vejez interior y sus pupilas literarias cerraban las puertas para conocer a la verdadera y despreciable Carrie Queen. En la ciudad la llamaban la Dama Blanca. La sociedad la había dibujado con las páginas del cómic al revés. Su aliento olía a cigarrillo negro y licor. Cuando lloraba, al día siguiente, cuentan sus más allegados, llamaba al servicio de pintura para redecorar las paredes de la casa de nuevo. Toda su mansión era blanca y ella la veía oscura y sombría. Por eso, cuando la tristeza la invitaba a cenar, Carrie aceptaba encantada, por lo menos aquella noche nadie le robaría la cartera para soñar. Escuché hace días que el médico la había visitado. En su informe aparecía una frase reveladora, la señora Queen está enferma de soledad.
La imagen externa, la apariencia, el destino de la soledad en el desierto de la ciudad. Carrie, usaba siempre de pies a cabeza maquillaje blanco, para disfrazar su alma y para disfrazar su cuerpo. No conseguí jamás aquella entrevista anelada. Cuentan las crónicas del corazón que está saliendo con otro hombre, era Charlie Nelson, un empresario afro americano con futuro prometedor de unos cincuenta años. Ella dice que sólo es para darle color a su vida y distraerse por las noches.
Necesitaba un cigarrillo, la presión estaba destrozándome, la calle me asfixiaba, era hora de charlar con alguien de algo agradable. Aceptas mi invitación?
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