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”BOTELLONES EN EL INFIERNO DEL DESPROPÓSITO Y LA DEJADEZ”.
UNA COLABORACIÓN DE JOSÉ MANUEL JIMÉNEZ MIGUELES - Escrito por:
Como si fuera un puño preparado para golpear cada uno de nuestros sentidos, cada paso que das en falso dentro de aquel infierno supone una caída, una herida, un temor más. Como escoria que se adivina en el firme, la maravilla verde que crece en casi todas las tierras de nuestro planeta aquí se convierte en amarillo crujir, como si fuera el propio Atila quien se encargara de regar diariamente una especie de planta que nos recuerda que no hay mayor desastre medioambiental que el descuido y la inoperancia. Un paso más, y das cuenta que no es el cielo el que cae sobre nuestras cabezas, como pensaban aquellos irreductibles galos, que es ese terrible armazón de cemento el que llora con sus cornisas y aniquila su propio pavimento, como pidiendo a gritos una eutanasia que pusiera fin a tan vergonzante desarrollo vital. Un armazón que nos muestra una terrible mueca de desprecio en forma de grietas, que amenazan y molestan. Que asustan.
Qué puede ser, sino el infierno, un lugar donde los árboles se pudren, donde la vegetación molesta y ensucia, un lugar en el que un edificio municipal sólo sirve para asustar. Un infierno, créanme. Un infierno que toma mayor relevancia si cabe cada viernes, cada sábado. Un lugar señalado a dedo por los responsables municipales para que cientos de jóvenes campen a sus anchas para hacer el tan famoso botellón. Es decir, un lugar que, a pesar de no tener ningún tipo de utilidad estética (a pesar de los 25 millones de pesetas utilizados en realizar la plaza del Junquillo) tiene una alta función práctica, pues durante cualquier fin de semana del año son más de mil las personas que, en su deseo de utilizar un espacio público que legisla la ley y que a todas luces es necesario en una población como Cabra, con un fuerte activo juvenil, hacen uso y disfrute de este espacio.
Pues bien, partiendo de esta premisa, es inconcebible el riesgo que corremos cualquiera de las personas que acudimos al mencionado botellón. En primer lugar, a todo el recinto lo rodea una Caseta Municipal que se encuentra clausurada porque su uso se ha considerado un elevado riesgo. Pues bien, si tan arriesgado es utilizarla, que la tiren, pero ya, o ¿a qué están esperando? En segundo lugar, aprecien las fotografías realizadas en la mañana del domingo por Felipe Osuna, y les aseguro que todo estaba así mucho antes de que comenzara el botellón: cornisas en el suelo, mierda por cualquier rincón, cientos de elementos cortantes tirados por cualquier sitio, una hierba que no deja de crecer, naranjos totalmente secos y podridos, naranjas pegadas en el suelo de tantos días sin recogerlas. En fin, un número tan grande de despropósitos que, de verdad, sólo pido que jamás le pase algo serio a alguien, porque es entonces cuando el Ayuntamiento se enfrentará a serios problemas.
Y sí, mirándolo bien, parece que es un problema serio, bastante serio. Porque bien analizado, vemos que la papeleta no sólo recae en la Concejalía de Parques y Jardines (cero absoluto a su gestión), sino también a los responsables de Servicios Municipales, Infraestructuras, Juventud, Feria y Fiestas e incluso Salud, porque insalubre es, y al máximo, la escasez de baños y la ausencia casi absoluta de papeleras.
Harto estoy de leer en la prensa provincial la multitud de iniciativas que cada Ayuntamiento está realizando en los botellones para concienciar a los jóvenes del uso moderado y responsable, para informarles de aspectos culturales y sanitarios, para darle un cauce distinto y diferente de entretenimiento y diversión a unas personas que, aunque parezca que no, muchas piden cosas nuevas, como se demostraba en los antiguos botellones del Esquinazo, cuando se hacían una serie de jornadas que siempre suponían un éxito rotundo. Y aquí nada. Nos dan una especie de botellódromo infernal lleno de mierda, totalmente insalubre y dejado de la mano de Dios. Total, si sólo es un sitio para jóvenes diablos, qué más da que se quemen, ¿verdad?
25-8-2.008 José Manuel Jiménez Migueles
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