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LA VENTANA DEL MEDIO AMBIENTE: LA SIERRA DE CABRA
UNA SECCIÓN DE MATEO OLAYA MARÍN - Escrito por:
LA SIERRA DE CABRA: SANTUARIO RELIGIOSO Y NATURAL. Una aproximación a nuestra Sierra desde la perspectiva de nuestro redactor Mateo Olaya, para ir haciendo ”boca” de cara a las próximas fiestas septembrinas en honor de Ntra. Sra. de la Sierra.
LA VENTANA DEL MEDIO AMBIENTE
“La Sierra de Cabra: santuario religioso y natural”
A lo largo de la geografía española podemos hallar diferentes parques naturales que tienen en alguna imagen religiosa una seña de identidad más a la propiamente ecológica del territorio donde se encuadra. Son sitios donde lo religioso y natural se unen estrechamente, configurando un conjunto en el que la componente natural se muestra exuberante y bellísima, como dando a entender la inmensidad de lo espiritual y divino. Tal es el caso de las míticas estribaciones asturianas de Covadonga, embrión del conservacionismo español a través de su declaración como Parque Nacional de Covadonga en el año 1918 (hoy Parque Nacional de los Picos de Europa) Allí, en unos elevados riscos, se sitúa el Santuario de la Virgen de Covadonga, sobre el que gira un movimiento religioso arraigado. El mismo que existe en el jiennense Parque Natural de la Sierra de Andújar, cuyo relieve guarda celosamente a la morenita Virgen de la Cabeza en un cerro donde se construyó su respectivo santuario, que según las crónicas podría haber sido por la misma época -principios del siglo XIV- que en el caso del Santuario de la Virgen de la Sierra, levantado éste en el interior del Parque Natural de las Sierras Subbéticas de Córdoba.
Son corazones religiosos erigidos en corazones naturales, altares mayores en altares naturales. Santuarios religiosos que están revestidos por una de las tradiciones más descollantes de la religión desde la antigüedad. En ellos se dan apariciones o diversos milagros que hacen del lugar silvestre y natural un verdadero sitio sagrado, sustentado por la fe en la intercesión divina.
Pero conviene señalar, también, que si atendemos a otra acepción que del vocablo “santuario” puede hacerse, aquélla que lo define como lugar donde se guarda un tesoro u objeto natural escaso y digno de conservar, bien es cierto que en el “Poljé de la Nava” Cabra tiene otro santuario, esta vez de índole natural, que curiosamente se extiende a los pies del santuario religioso de la Virgen de la Sierra. Si no, díganme, ¿qué otro calificativo puede atribuirse a La Nava, paraje que custodia una población relicta de Narcissus bugei –ejemplo de tesoro botánico al ser ésta una estirpe en peligro de extinción- en cuyas laderas se desarrollan excepcionales arboledas singulares de centenarios quejigos, cornicabras y encinas –ejemplo de tesoro forestal- o que tiene en su forma y morfología un valiosísimo exponente del modelado kárstico –tesoro geológico-?
Incontables líneas podemos seguir vertiendo acerca de la enorme importancia que tiene el Santuario de la Virgen de la Sierra, el Picacho, sobre la vida social de Cabra. A su inherente condición de templo y lugar de peregrinación para muchas localidades de la comarca, y más allá de ésta, se le une el hecho de que antaño era el espacio donde se celebraban las fiestas en honor de la Virgen, que por entonces se hacían separadamente de las fiestas municipales. De tal forma que sobre la primera década del pasado siglo se produjo un resurgimiento en la devoción a la Virgen, a la misma vez que el santuario recobraba el esplendor que había perdido por diversos avatares. En este apogeo mariano, ligado a diferentes hitos acaecidos en las inmediaciones de la ermita, “La Opinión”, a cuyo frente se encontraba D. Manuel Mora y Aguilar, ejerció un notabilísimo papel dinamizador. Finalmente, con el decurso de los años, las Fiestas de la Virgen iban tomando pujanza en detrimento de unas cada vez más decaídas fiestas municipales, por lo que se desembocó en la fundición de ambas a través de lo que hoy conocemos como Fiestas en Honor a María Santísima de la Sierra.
No cabe duda del gran centro devocional y cultural que supone el Picacho de la Virgen de la Sierra, de donde parten copiosas manifestaciones populares de carácter religioso, social, etnográfico o tradicional para así impregnar y calar en los contornos de la subbética cordobesa, demarcación territorial que considera a este enclave como uno de los más significativos.
Mateo Olaya Marín
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