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Llega Septiembre, al fin
23.08.2008 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Llega septiembre. Y con él la savia nueva del egabrensismo. Por vez primera, muchos jóvenes se suben a las carrozas que siempre han visto desde la acera, muchos apuran las horas de feria aguantando hasta el tope horario que han puesto en su casa. Son ellos, jóvenes de 13, 14 o 15 años los que poco a poco van dibujando todo un óleo de formas que, con el paso de los meses, se convertirán en la rutina de nuestro pueblo. Siempre en la calle, a uno le da la sensación que conoce a muy poca gente cuando pasea por la plaza, o en el paseo, o en los pubs de la noche. Son cada vez más jóvenes los que toman nuestras calles, los que acompañan nuestros pasos, los que conviven con nosotros, en definitiva.
Y septiembre es la explosión. Fajín rojo y camisa blanca, con cualquier vaquero. Esa es la seña de identidad que a todos iguala los días 4 y 5 de septiembre, cuando un carrusel de carrozas culmine el tradicional desfile del primer gran día de feria. Ellos son la base de nuestro futuro y, como tal, deben de comenzar a conocer lo genuino de nuestra tierra en algo que de verdad les hace disfrutar, la Feria de Septiembre.
Yo, a mis 27 años recién cumplidos, ya voy medio atinando a descubrir las cosas que sí son realmente genuinas de esta tierra, y es por eso que jamás empiezo septiembre sin aprovisionarme de 4 papeles fundamentales para el inicio del mes: el programa de las fiestas, el Egabrense, el prospecto de la Biodramina y el papel higiénico. Y es que, aunque sólo se utilicen en circunstancias extremas, es mejor tenerlos a mano por si las moscas.
Genuino es el cartel de feria. Siempre, salvo en muy contadas excepciones, parece sacado de las películas de Alfredo Landa. Tienen pinta siempre de ser muy antiguos. Un pelín desfasaos diría yo. Y si no, cojan los carteles de la feria de San Juan y de la feria de septiembre y comparen. Los verán casi idénticos, muy parecidos. Y a mi, que me gustan los trasfondos, veo que en ellos se respira el verdadero aire del pueblo, un pueblo anclado en su pasado, que esconde con recargamiento su presente, que no se atreve a dar pasos adelante, que no innova, que se conforma con lo que tiene, que se contenta con decir aquella frase tan famosa de Cabra: “hombre, mejor que lo que había, es”.
Pero, examinándolo bien, hay muchas cosas que de verdad transmiten lo que es la esencia de esta ciudad durante estos días que el calendario nos regala. Porque maravilloso es escuchar el pregón en la mejor catedral civil que jamás haya tenido Cabra, porque maravilloso es ir al lado de tus amigos en el autobús que te sube a la ermita, porque maravilloso es el 4 a las 4, y el 4 a las 5, y el 4 a las 6, a las 7 y a las 8. Porque en sí el 4 es el día del egabrense por excelencia. Porque maravilla en cualquier segundo, porque fantasea con nuestros recuerdos, porque nos distrae de nuestras realidades y porque reviste de flor las ruedas que marcan el camino común de tantas y tantas pandillas de amigos.
Y que tendrá septiembre que me arrastra como un imán a un teclado al que puse cerrojo hace ya meses, cuando decidí que era la educación que he recibido durante tantos años la que debía ser la protagonista de mis actitudes. Pero no puedo evitarlo, vuelvo. Y aviso, a cada cerdo le llega su San Martín, y no al contrario. Y a quien no lo entienda, que juegue con las palabras y la historia de nuestro pueblo.
Por lo demás, sólo espero disfrutar de la feria de nuestro pueblo y ver cómo en ella hace su eclosión más definitiva toda una pandilla de jóvenes que serán el futuro más inmediato de Cabra. Ojalá tengan la suerte de crecer dentro del pueblo como un grupo del que se puede esperar mucho, y no con el recelo con el que muchos veteranos personajes de este pueblo han contemplado el auge de una juventud que cada vez más ha empujado más alto, más fuerte y con mayor talento que la gran mayoría de los que ponen en duda su capacidad para hacer las cosas.
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