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Z (Iman capítulo 2)
07.06.2008 - Escrito por: Eduardo Luna Arroyo
…su sombra?, como que su sombra?. La voz de aquel individuo sonó como el fin de un abecedario sin antes haberlo comenzado y esquivando su fácil complejidad con la luz cómplice de la entrada del apartamento. Al bajar las escaleras con el pijama de la desolación y el entusiasmo a la misma vez, observé como al trasluz una pierna ensangrentada intentaba apoyarse en el suelo para levantar el templo de lo misterioso. ¡!!Iman!!!, ¡!!Iman!!!, al igual que el humo de un puro lleno de alquitrán, oí su voz en la sospecha de mis oídos.- Ayúdame, me han disparado y me han robado lo más importante para mí, el orgullo-. Las palabras doloridas de Iman, crearon en mi mente una serie de secuencias vividas hace tan sólo unas horas y por un momento convertidas en fugaces besos de noche y suburbio. Llamé a una ambulancia pero perdieron la dirección por el camino y la memoria del que sufre bajo el yugo de un día triste lleno de felicidad. Iman me confesó entre lágrimas que habían sido los matones de Scott pero reconoció al que conducía. Era el antiguo chofer de Greta Brown que ahora trabajaba para Scott sólo por las noches, de día vendía perchas en una tienda de alimentación. Ella no lograba entender lo sucedido, ni yo, reconozco, tampoco. La situación límite y la sangre, mucha sangre escaleras abajo, convirtieron a la bestia en una fiera indomable, mientras el dolor la consolaba, el coraje la ensalzaba en la cama. Me besó y se fue con una herida de bala en la pierna derecha y los pantalones de cuero ardiendo de placer, porque aquella noche su abecedario estaba escrito y acababa en Z. El reloj de una sola aguja que tenía en la cocina, marcaba las 4. Ni un solo ruido, vacío, escalofríos, miedo de ventanas para adentro y ni un solo ruido. Pasaban los minutos y no se escuchaba nada, me quede dormido y pensé dentro de unas horas el negro dará paso al gris. Tras divagar y dudar con el insomnio, baje corriendo hasta la entrada de Epopeya.
Dos niñas de mediana edad dormían abrazadas en la escalera. De repente, un disparo, dos, tres, cuatro, cinco, Hugo El Ciego, un matón de tres al cuarto, gritaba desesperado; ¡!Es una pesadilla!!, ¡!Ella es una pesadilla!!, subía las escaleras sin aliento y con un tiro en la pierna. Iman estaba llevando a cabo su plan, le faltaban dos letras, la X y la Z. La llamé de manera insistente y no quiso devolverme su mirada. Sólo faltaban treinta minutos para las seis, la hora fijada para que el turno de crímenes y las crónicas de sucesos dejaran de escribirse. Al volver al apartamento, un coche a toda velocidad estuvo a punto de atropellarme, la moto de Iman pasó a medio metro de mi riesgo. Dos hombres yacían en la acera alumbrados por la luz tenue de una farola a la que le faltan años y le sobran vidas para dar luz. El cristal de la ventana estaba roto, un mensaje escrito con sangre dibujaba las sábanas dónde antes había sido sacrificado el placer. Greta Brown, caerá, pronto, muy pronto, quiero que tú escribas su necrológica en todas las páginas de su sucia carrera. La banda de Scott ha caído, sólo falta él, la Z. Completaré el abecedario antes de que ellos me conviertan en una inútil letra de cambio. Escribe pero no te acerques a mí insensato. La posdata de Iman era una declaración de intenciones.
Epopeya estaba cambiando, o era yo el que cambiaba?. Sus vidas, sus personajes, Cutty, Johnny, Kevin, todos estaban en tercer plano con prerrogativa. Esto superaba mis expectativas, esto es algo para gangster no para escritores. Z.
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