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PEQUEÑAS HISTORIAS DEL MARRUECOS ESPAÑOL: SANTUARIO HEBREO

UN ARTÍCULO DE SALVADOR GUZMÁN ARROYO - Escrito por:

Continuando con mis “Pequeñas historias” de lo que fue nuestro antiguo protectorado o colonia en el vecino país de Marruecos, hoy quiero contarles una nueva historia que viví, como todas las que les relato en esta sección, en primera persona.

SANTUARIO HEBREO

Sucedió en la interesante y españolísisma ciudad de Alcazarquivir, ciudad que se encontraba en las inmediaciones de la frontera con el otro protectorado marroquí en manos francesas. Nos separaban apenas cuatro kilómetros del pueblo llamado “Zoco el Arbaa” y entonces yo residía, como comenté en anteriores artículos, en la citada ciudad de Alcazarquivir, concretamente en el Hotel España, cuyo propietario era mi tio Felipe Arroyo, hermano de mi madre.

Cierto día, se celebraba una fiesta hebrea en honor a uno de sus santos, que si mal no recuerdo se llamaba Muley Jacob. Aquella fiesta era como una romería en una pequeña ermita, mezquita o santuario en las afueras, muy cerca de un cementerio cristiano. Entonces la población hebrea en aquellas tierras era bastante numerosa.

Coincidió que un grupo de amigos españoles decidimos acercarnos por la tarde a aquella fiesta. Recuerdo perfectamente los nombres de aquellos amigos, uno era Fernando Ortiz, compañero de trabajo en la oficina de la Intervención comarcal; otro era mi buen amigo Dionisio, oficial en una imprenta de Alcazar; y Rubén Peral, un chaval de Santa Cruz de Mudela, soldado como yo pero en el cuerpo de la Mezjanía Armada, una especie de Guardía Civil pero de marroquíes.

Pues bien, el grupo de amigos llegamos a aquella “romería” donde se vivía una gran animación. Había multitud de puestos de bebidas, por supuesto no alcohólicas, y de comida, de bocadillos de carne que no era de cerdo, como de un salchichón muy curioso que llamaba “caché”. La animación y la fiesta era extraordinaria, grupo de chicas hebreas, simpatiquísimas y preciosas se nos acercaban amables... lo pasamos fenomenal en su compañía, contando chistes y chascarrillos a lo que son muy aficionadas y bailando; primero sus bailes populares y después también baile “agarrado”. En fin, lo pasamos muy bien, como pudiéramos pasarlo en una romería o feria de las nuestras.

Aunque lo que me gustaría contarles con detalles, es que aquel santuario llamado de Muley Jacob en realidad era una pequeña edificación pintada de cal y a cuyas puertas había una gran fogata a modo de velario, y en el que se arrojaban cientos de velas encendidas de diferentes tamaños. Los fieles judíos hacían aquel ritual como nosotros hacíamos las hogueras de San Juan. Aquella fogata producía grandes sombras en las paredes de aquella ermita. Sombras espectrales que se movían y desparecían, y en las que la creencia popular judía quería ver a su santo Muley Jacob, viendo su rostro o su figura.

Entonces uno de los amigos que me acompañaba, y que no recuerdo bien quién fue, aprovechó aquella expectación y curiosidad por las sombras de la fogata religiosa, para decir en voz alta: ... ¡lo veo!...¡lo veo!... ¡allí!....¡allí!. Y a su comentario empezaron a unirse otras voces: ...¡sí!... ¡sí!...¡lo vemos!...¡allí!...¡allí!. En un instante empezó a formarse un tumulto de gente a nuestro alrededor entusiasmado y asombrado.

El revuelo fue enorme, y el miedo aún mayor cuando vimos aquella multitud pendiente de nosotros. Entonces nos miramos unos a otros y asustados, pusimos “pies en polvorosa” y salimos corriendo como “alma que lleva el diablo”. No supimos medir las consecuencias de aquella broma, que aunque no hicimos de mala fe, ponía en entredicho las creencias de aquella buenas gentes.

Aquella difícil situación no fue más que consecuencia de la inconsciencia de la juventud. Preocupados nos fuimos raudos de aquella celebración y todavía al día siguiente seguíamos con el desaliento del gran problema que pudimos haber creado.

Tiempo después, cuando nos repusimos de aquel mal trago, nos reímos de aquel pequeño incidente que nos sucedió aquella bonita noche de la primavera del año 1953.

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