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IMÁN
21.05.2008 - Escrito por: Eduardo Luna Arroyo
Imán se despertaba arrodillada desafiando al sol y desnuda, siempre desnuda, para que hasta el mismísimo aire le hiciera el amor por la espalda en un arrebato de locura. Esa mujer, querido lector, era más que un arma de matar, si por matar amar quisiera, era, el pulso de un revolver del 45 cargado hasta los dientes. Me perseguía con sus ojos de mujer cruel y salvaje al mismo tiempo, hacía temblar mis cimientos y rodaba con su lenguaje extremo por mi sangre helada por el frío del invierno. Jamás pensé que podía encontrar un personaje tan sabroso como ella. Tenía a sus espaldas un tatuaje de dragón y una biografía escalofriante. Imán, cubría con su pelo las largas noches de decadencia de muchos indigentes, asesinos, chantajistas, ricos (triste ser), mafiosos. Imán ajustaba cuentas a su manera. Te ejecutaba antes de preguntar, no tenía sueldo ni pensión, no tenía casa, ni su propio cuerpo le pertenecía, era algo espectacular. En un encuentro clandestino en un local de Street Angels, quede con ella para que enjuagara sus labios en mis crónicas y resultó ser una orgía de silencios abrumadores. Imán no hablaba, sólo miraba, gesticulaba, me hacía sentir ridículo. Cansado de cuestionar y amenizar el silencio con un trago de whisky, cerré mi sesión y me levanté de aquel sucio sillón alemán que olía a sangre y a dólares. Entonces ella, se dirigió a mi con una mirada que me transportó a otro lugar, a un mundo insospechado y me dijo: ¿Dónde vas, estúpido?. Necesito saciar mis ansias para hablar con un tipo como tú. De repente, pensé que era un monolito de piedra perseguido por un ejército de labios sedientos de fuego.
-He recorrido las calles de esta ciudad tantas como un batallón de mil hombres sin descanso. He robado vidas y alimentado almas sin escrúpulos. He muerto cien veces y resucitar no podría sin un espacio de inocencia en el altar de mis perturbadores sueños. ¿Que quieres?, bajo a Epopeya porque me reencuentro con la paz negra que acompaña mis impulsos. Imán, sin pensarlo, se abrazó a mi y me dije, hoy es tu día, reza lo que sepas, acabas de tocar fondo. Pero no, quiso que bailáramos en aquel antro lleno de indeseables que quisieran haberme matado al verme con ella. Recuerdo que bailamos jazz, pero sonaba a swing, sonaba a Sinatra. Aquella mujer, era un desafío al ser humano, no tenía ética, ni religión, ni una personalidad definida, pero conquistaba con las pupilas acribillando el corazón. A las dos horas, estábamos en una pensión del siglo XIX, haciéndonos daño con la dulzura de un beso. Tan dura, tan cruel, tan pasional, se abrazaba a mí como si cada segundo de placer fuera el último de aquel slowly sin luna de miel. Imán, sació su sed conmigo, pasadas diez horas despertamos en el baño y no pudimos reprimir esa relación amor-odio que habíamos creado en un agujero negro dónde sólo sonaba el llanto de una armónica. Al mediodía, volví a despertarme con un cañón de pistola apuntando mi frente y una sabana cubriendo la desnudez de la cobardía. Imán sin miramientos escribió en mi cuaderno, “no sabes quién soy, no conoces mi boca, no has bebido conmigo, sólo siéntete feliz por haberme hecho sentir humana”. Aún recuerdo el nudo en la garganta y el sudor frío de aquella escena. No pude escribir ninguna crónica, sólo estaba seguro de que esa mujer inerte y fría por fuera y candente por dentro, volvería para contarme su próxima defunción. Lady Imán, un ave nocturna que picotea en los malvados que nos rodean. Sonó el timbre y un disparo, eres tu Imán?, no, soy su sombra…
Recomendación para el lector: Leer esta crónica con un buen grupo de Jazz, lo dejo a su elección.
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