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Cabra en el viaje de Pérez Bayer
13.02.15 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
Un viajero ya septuagenario, Francisco Pérez Bayer, cuyo repertorio vino a sumar una nueva fuente documental, esencialmente, arqueológica sin olvidar una claridad expositiva que aún pervive en las ubicaciones dadas. Un "sujeto [Antonio Nogués Salas] curioso y práctico en las antigüedades de esta villa y muy recomendable por su persona y trato civil" que hizo de guía como también uno de sus hijos, Antonio Nogués Acebedo, "muy joven pero de bastante circunspección y que, en lo que se ofreció hablar, mostró tener bastantes instrucción y noticias". El autor de Diario de viaje a Andalucía y Portugal, llegaba a Cabra el 20 de Julio de 1782 según la copia manuscrita depositada en la Biblioteca Nacional de España.
Por de pronto, quiso visitar la ermita de San Juan pero estaba cerrada: "hubimos de esperar en una casa vecina hasta que vino la santera, con lo que se nos pasó buena parte de la mañana". Mientras tanto, pudo copiar tres de las caras visibles del ara de Bacauda no así la cuarta que estaba empotrada a la pared: "me dijo [Nogués Salas] haría las diligencias para que se le permitiese separar la piedra de la pared, lo que yo le dije estimaría mucho y que satisfaría el coste y gratificaría a los obreros". Ya por la tarde, marcharon a la cerca del convento de Capuchinos ("por bajo de la Puerta de los Carros"), al palacio de los Condes de Cabra ("en una esquina de la haz que mira a Oriente"), desde allí, al "cubo de la que hoy se llama Puerta de Santa Ana" para finalizar en la "puentecilla por donde se pasa el arroyo" en la calle de la Arguilla.
Al día siguiente, fueron a la calle Palomas ("donde en el hospicio de los Padres de San Francisco de Paula, en un patio hacia el Norte, se halla a raíz del suelo"), después, a la calle del Río ("subiendo a mano izquierda en el lumbral de una casa del convento de Agustinas Descalzas") para finalizar nuevamente en la ermita de San Juan: "hallé ya la piedra o ara en que está separada de la pared y así legible por todos sus cuatro haces sólo que está rota por el medio y, en una de aquellas, hay una tinea desborcelada y consumida sobre esta ara de pie a la pila o cuenco del agua bendita (...) quise como era justo gratificar a los obreros que la habían separado de la pared y la habían de reponer pero no lo permitió la garbosidad del Señor Nogués Padre ni hubo modo de persuadirle, antes bien, me aseguró que estaba en ánimo de que se colocase dentro de la misma ermita en paraje donde pudiese leerse por todos sus cuatro haces y algo elevadas y dentro de una especie de valla a donde no llegasen los muchachos ni otras gentes a manosearla".
Quedaba una última inscripción -"al sitio señalado que es la calle de la Feria en una esquina de la casa de Don Antonio de Vargas"- y aceptar la invitación de los que habían sido sus acompañantes: pasear por aquellas "huertas amenísimas y una serie de molinos de trecho en trecho que hacen unas represas y cascatas, figúrense, que estaba en las huertas de mi País y especialmente en la que en la lengua valenciana se llama la Volta del Rosiñol".
Antes de partir, ya en la mañana del 22 de Julio de 1782, quiso inusualmente dejar apuntado: "es uno de los pueblos de Andalucía más agradables y aun el más agradable de cuantos hasta aquí he visto, así por su gran frescura y amenidad, por su gran copia de aguas, variedad de frutas, espaciosidad y hermosura de sus calles y casas de suerte que ni aun Granada ni Córdoba tienen casa que le parezca y a mí, cuando entraba en algunas de las calles principales de Cabra y aun de las medianas, me parecía estar en Madrid. Hallé asimismo mucha civilidad y buen trato en los pocos sujetos a quienes traté en la expresada villa".
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