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Urgencias
05.03.14 - Escrito por: Rafa Linero
Hay muchas clases de reencuentros familiares. Los hay agradables, como los que se realizan en torno a una mesa con viandas, y los hay menos festivos, como las reuniones en tanatorios y hospitales. Las comilonas y los velatorios tienen un final programado que llega cuando la comida se acaba o cuando entierran al muerto. Pero, por el contrario, cuando entras en un hospital debes aceptar que el momento de abandonarlo escapa a tu control.
Hace poco tuve que acompañar a un familiar a urgencias. Sólo había un médico para atender a demasiados enfermos y como no daba abasto las horas empezaron a pasar tan lentamente que fueron apiñándose en montoncitos precarios e inestables. Y llegó el momento del vértigo. Es cuando te asalta el temor de que el tiempo que aún te queda es mayor del que has pasado ya. Y en esas circunstancias siempre reaccionamos de forma imprevisible, bien para entretenernos o para no caer en la desesperación.
Perdida, como decía, la noción del tiempo, algunos de los que estaban allí decidieron estudiar Medicina para intentar paliar la escasez de médicos. Como nunca me ha tirado la rama biosanitaria, a mí me dio por ponerme a pensar en que hay palabras que parece que están puestas a mala leche porque tienen un significado demasiado certero. En el ámbito hospitalario encontramos dos de estas palabras. La primera es sala de espera. Su nombre lo dice todo pero cuando llevamos varias horas abusando de su significado maldecimos lo acertado del término. La otra palabra que va de la mano es paciente. En este ámbito es "persona que recibe tratamiento médico" pero también "persona que tiene paciencia". Y allí no faltaban ni unos ni otros. No es que tuviéramos paciencia, sino que la reutilizamos una y otra vez como una botella de cristal que se recicla en otra botella y ésta en otra pero destinada siempre a contener un líquido amargo.
Mientras yo perdía el tiempo dándole vueltas a todo esto, los que estudiaban acabaron la carrera y, aunque nos vimos rodeados de médicos, los enfermos seguían sin ser atendidos porque no contrataban a ningún facultativo. Alguien dijo que la culpa de este sinsentido era de los políticos y que sólo ellos podían solucionarlo. Así que otros se pusieron a estudiar ciencias políticas. Y también aprobaron.
Mientras esperaba a que se decidieran a fundar un partido a mi familiar afortunadamente le dieron el alta y, aunque no pude ver en qué acababa todo aquello, me fui rápidamente de urgencias dándole por fin un significado certero también a esa palabra.
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